Nos acercamos a esta zona de la sierra madrileña para comprobar cómo evoluciona el paso migratorio por aquí, y con no mucha fortuna porque aunque todavía siguen observándose algunos migrantes transaharianos, apenas se ven invernantes mediterráneos y en todo caso el grueso está aún por llegar.
El recorrido discurre por el fondo del valle en el que se abre camino el curso fluvial, al pie de laderas donde palpita la dinámica de sucesión natural de la vegetación. Se trata de uno de tantos montes, antaño deforestados, en donde el abandono del campo ha permitido a la cubierta vegetal empezar a recuperar el espacio perdido. Las únicas limitaciones tienen que ver con la carga ganadera, y sus efectos se manifiestan claramente en el paisaje de forma drástica delatados por los tipos de vegetación. (fotos 1 y 1a. Obsérvese el enebro esculpido por el ramoneo del ganado a pesar de sus puntiagudas hojas).
Mientras los lugares más altos o escarpados están ocupados por un incipiente enebral de Juniperus oxycedrus con jaras pringosas (Cistus ladanifer), al pie de las vertientes se desarrolla un pastizal ahora agostado, si bien se adorna en estas fechas con la llamativa floración del quitameriendas (Merendera montana) (foto 2). Se advierten en este pastizal dos estrategias bien distintas para salir adelante. Por un lado aquellas cuya dispersión se ve favorecida por la actividad del ganado, estableciendo una simbiosis de beneficio mutuo (cuanto más me comes más semillas dispersas), y por otro las que, al usar el viento como elemento dispersivo, "consideran" que en los áridos ambientes mediterráneos es muy costoso regenerar tejidos (sobre todo en verano, cuando viven) y repelen al ganado armándose de espinas y constituyendo cardizales. En la fotografía 3 se puede ver el referido mosaico vegetal y en primer plano una de estas formaciones de cardos donde se reconocen: Carlina corymbosa FL Centaurea calcitrapa, con alguna flor Eryngium campestre Onopordum acanthium Picnomon acarna FL (foto 4) Scolymus hispanicus, con alguna flor
La mayor parte de las plantas han finalizado ya su periodo floral, aunque muchas ruderales que hemos mostrado en anteriores entradas aún están en ello. Dos cuya floración es típica de esta época del año son el torvisco (Daphne gnidium) (foto 5) y una especie parásita del enebro perteneciente a la familia del muérdago, el Arceuthobium oxycedri (foto 6).
Igualmente típica es la maduración de los rosales silvestres que sirven de alimento tanto a las aves como al ganado. En las fotos 7 y 8 se pueden ver los escaramujos de una Rosa pouzinii con sus pedúnculos glandulosos. Entre los frutos rojos de la foto 8 se reconoce una agalla inducida por la picadura de una pequeña avispa (Diplolepis rosae) para que sirva de alimento a sus larvas.
Pues bien, en resumidas cuentas, los ambientes por los que nos movemos en busca de aves son: matorrales, pastizales, roquedos, setos, un pinar de repoblación en el que apenas reparamos, un sotillo fluvial y finalmente su correspondiente curso de agua. Y el listado de lo que observamos a lo largo de la mañana es el siguiente: Buitre leonado 2 Paloma torcaz 1 Lavandera cascadeña c.2 Chochín c.3 C Petirrojo c.5 Colirrojo c.7 C Colirrojo real 1, MT Tarabilla norteña 1, MT Tarabilla común c.3 Roquero solitario 1 Mirlo común c.10 Zorzal charlo c.10 Curruca carrasqueña c.5, MT Curruca cabecinegra c.5 Curruca capirotada 1 Mosquitero musical c.10, MT Reyezuelo listado 1 Mito 5 Herrerillo capuchino 1 Carbonero garrapinos c.15 C Herrerillo común c.5 Carbonero común c.2 Trepador azul 1 Arrendajo 1 Verdecillo c.10 Jilguero c.10 Pardillo común c.2 Escribano soteño c.7 C Escribano montesino c.7 Donde c. es cerca de, C significa cantos y MT migrante transahariano. Lo más destacado de esta sosa jornada ornitológica quizá sea la presencia de carboneros garrapinos, herrerillo capuchino y herrerillo común alimentándose entre el jaral y los enebros. También la cantidad relativamente alta de colirrojos tizones que revela el carácter migrador de la mayoría de los ejemplares observados. Los zorzales charlos se reunen en grupos que buscan alimento en los pastizales.
Este jueves, día 30 de septiembre, habrá una charla sobre diversidad ornitológica en la Comunidad de Madrid que presentaré con unas palabras cuya duración no excederá de una hora. Animaré la cosa con un Power Point ilustrado con dibujos originales míos, y tocaré temas como la diversidad de hábitats, la fenología y los lugares de mayor interés. Después abriremos un debate que durará otro tanto. Fácil que luego tomemos alguna cañita para rematar. La cita es a las 19.00 h, en la calle Marqués de Leganés 12 (metro Callao-Santo Domingo) Un saludo
Nos acercamos a esta zona del valle del Tajuña sobre todo para conocer la nutrida población local de una curiosa planta perteneciente a la familia de las compuestas que recibe el nombre de sunchillo (Wedelia glauca). La pascalia, como también se denomina a esta especie por su antigua denominación científica -Pascalia glauca-, es una herbácea rizomatosa, poco comentada en los libros españoles de botánica, que no suele sobrepasar los 50 cm de altura.
Hasta aquí nada de particular; sin embargo, tiene la particularidad de ser una especie nativa de Chile y Argentina que se describió a partir de ejemplares madrileños (!!!). El botánico Luis Née, participante en la expedición Malaspina (1789-1794) que atravesó medio mundo bajo la aprobación de Carlos III, trajo semillas de miles de especies exóticas procedentes de los países que recorrió durante el citado periplo. Las de sunchillo, y seguramente las de muchas otras, se plantaron en las escuelas (parcelas) del Real Jardín Botánico de Madrid que había sido trasladado hacía poco más de una década desde la Huerta de Migas Calientes y estaba ávido de plantas. Como quiera que la planta tiene un fuerte carácter invasor enseguida se convirtió en una mala hierba cuyo vigor debió llamar la atención del botánico Casimiro Gómez Ortega (1741-1818), Catedrático Primero del Jardín en esa época, que la describió para la ciencia. La Wedelia actualmente no se puede decir que sea una planta abundante como otras especies extranjeras de carácter invasor; pero desde luego en los lugares donde vive se extiende de forma abundante. Su sistema de dispersión a partir de semillas y rizomas, y el carácter tóxico de la planta se conoce que le son de gran ayuda y así, donde el medio reúne condiciones favorables, prospera bien (en la Comunidad de Madrid, principalmente en el sureste).
Este medio rico en nutrientes y con suficiente humedad edáfica, que es el que caracteriza los espacios de vega (foto 1), permite el asentamiento de una comunidad de plantas cuyos componentes en muchos casos tampoco son naturales de aquí. Al aclararse históricamente los bosques de ribera con el fin de aprovechar el espacio para usos agrícolas, estas plantas adventicias, acompañantes de cultivos exóticos, encontraron acomodo en los soleados ámbitos de vega y se asilvestraron formando parte actualmente de la vegetación local junto a herbáceas oriundas que a su vez se benefician de la deforestación artificial del medio. Su ciclo es preferentemente estival debido a que aquí la vegetación no está sometida a la aridez de los interfluvios (foto 2) y durante el verano, cuando hay más cantidad de luz, no hay escasez de agua. La vegetación arvense que crece junto a los cultivos de regadío se caracteriza por su color verde intenso, que contrasta con los amarillos del verano, y normalmente por su elevado porte. Las que todavía florecen son: Amaranthus retroflexus Chenopodium album (foto 3) Cuscuta campestris Cynodon dactylon (foto 4) Diplotaxis erucoides Echinochloa crus-galli (foto 5) Portulaca oleracea (foto 6) Setaria pumila (foto 7) Solanum nigrum Sonchus asper Sorghum halepense (foto 8)
Y una solanácea mejicana generalmente poco frecuente que por aquí sin embargo abunda: Physalis philadelphica (foto 9).
Tampoco podemos dejar de citar dentro del apartado de especies alóctonas a otra especie herbácea de gran porte, emparentada con el girasol, que ha sido cultivada por el interés de sus tubérculos y que a menudo se encuentra asilvestrada principalmente en las orillas de cursos fluviales. Se trata de la pataca, sí la pataca (Helianthus tuberosus). Se puede encontrar junto al pueblo, ocupando un buen espacio de terreno al que otorga una gran belleza en esta época del año.
A lo largo de las acequias se recrea un hábitat fluvial, normalmente deforestado, donde crece un herbazal, a menudo, de cierta densidad (foto 10).
Tanto el carrizo como las especies leñosas que eventualmente jalonan su trazado (principalmente frutales: manzanos, perales, membrilleros) sirven de apoyo a trepadoras muy abundantes en la zona como la correhuela mayor (Calystegia sepium) (foto 11) y el lúpulo (Humulus lupulus) (foto 12).
Ambas son tan vigorosas que tapizan las orillas y a veces el arbolado ribereño, llegando a ocultar al resto de la vegetación. Las plantas en flor que colonizan las orillas de estos caces son: Althaea cannabina (foto 13) Aster squamatus (foto 14) Cirsium monspessulanum Epilobium hirsutum (foto 15) Lycopus europaeus Lythrum salicaria Picris echioides
Flotando en las turbias aguas del caz son frecuentes un par de especies de Potamogeton (foto 16) de las cuales una disimula la suciedad del agua por su cromatismo. El color de estas aguas que asimismo se puede observar en el fondo de la foto 14 es el mismo que el del agua del río Tajuña de donde se deriva hacia los campos de cultivo. A lo largo de la jornada escuchamos en varias ocasiones los reclamos de un martín pescador y nos preguntamos cómo podrá encontrar peces aquí en medio de este "gel espeso" que forzando mucho se puede denominar agua. Desconocemos las condiciones de salubridad que tendrá el alimento del martín pescador, pero sí sabemos que esas mismas aguas son las que riegan los cultivos que posteriormente comemos. Pues bien, además del ave citada que esperamos se encuentre en migración y alcance enseguida aguas más frescas, anotamos un listado de aves que ofrecemos a continuación: Ánade real 4 Buitre leonado 3 Gavilán 1 Ratonero 2 Perdiz roja 2 Paloma torcaz c.30 Tórtola turca c.5 Martín pescador 2 Cogujada común 3 Golondrina común c.50 Golondrina dáurica 3 Avión común c. 200. Lavandera boyera 2 Lavandera cascadeña 2 Tarabilla norteña 2 Tarabilla común 1 Collalba negra 1. Se encuentra en los cantiles yesosos que se ven en la foto 2 Mirlo común c.10 Ruiseñor bastardo c.10 Carricero común c.5 Curruca cabecinegra 2 Curruca capirotada c.5 Mosquitero ibérico? 2 Mosquitero musical c.15 Papamoscas gris 3 Papamoscas cerrojillo c.15 Herrerillo común c.3 Carbonero común c.5 Agateador común 2 Urraca c.3 Estornino negro c.20 Gorrión común c.30 Gorrión molinero c.15 Verdecillo c.15 Verderón común c.15 Jilguero c.10 Triguero c.300 Todavía predomina el paso de migrantes transaharianos, pero ya se empiezan a percibir los primeros invernantes mediterráneos como la curruca capirotada. En las próximas entradas iremos viendo como aumentan las cantidades de esta especie hasta alcanzar cifras notables en octubre. Los aviones comunes pasan a partir de primera hora de la tarde y se dirigen valle abajo en bandos más o menos numerosos. Los buitres comunes, en cambio, se dirigen hacia el norte; su presencia, incluso en paso, no es habitual en la zona. Los trescientos trigueros corresponden a un dormidero que hay por los alrededores. A primera hora de la mañana vemos salir nutridos grupos de un herbazal-carrizal y seguramente cuando empezamos a contar han salido ya bastantes. La última observación relevante del listado tiene que ver con el mosquitero ibérico; lo reconocemos porque realiza unos breves cantos (poco habituales en esta época). Traemos finalmente a colación dos de los invertebrados que observamos en la zona. Por un lado, una agresiva abeja del género Anthidium que desaloja de las flores de Wedelia y Helianthus a las abejas comunes que acuden a pecorear. Y por otro, una araña de gran tamaño y muy llamativa que se encuentra con cierta frecuencia en herbazales de lugares frescos, la Argyope bruennichi.
Animados por las últimas observaciones de aves que se vienen registrando en este embalse, situado al pie de la sierra de Guadarrama(ver blog: Grupo de anillamiento Álula), nos acercamos a dar un paseo por la zona. Desde aquí se tiene una buena panorámica de la sierra: hacia el Suroeste, el cerro de San Pedro (primeras dos fotos), hacia el Oeste los escarpes de La Pedriza y La Najarra (tercera foto) y hacia el Norte, Mondalindo y la sierra de La Cabrera.
En esta época del año hay mucho movimiento de aves y concretamente los migrantes transaharianos se encuentran en pleno paso postnupcial hacia sus cuarteles de invernada africanos. Aunque este desplazamiento multitudinario de aves se detecta prácticamente en cualquier parte, es a lo largo de los cursos fluviales donde este fenómeno se refleja más claramente, por ser éstos los que canalizan la migración de la mayor parte de las aves que se desplazan por el interior peninsular. Si a ello le añadimos la existencia de una masa de agua con orillas no escarpadas y la diversidad de hábitats que concurren en este espacio (medio acuático, pastizales, setos, sotos, encinares y cantiles) nos aseguramos una jornada ornitológica de interés. Entre lo más interesante de la jornada cabe citar la presencia de un águila pescadora, un par de tarros canelos, que deben formar parte de esa pequeña población de origen seguramente artificial cuyos integrantes a menudo se ven entre Madrid y la sierra, y un grupito de fumareles comunes que no tardaron en desaparecer. En cuanto a las ausencias, echamos de menos a las cigüeñas blancas de las que sólo observamos un ejemplar y también a los fringílidos en general que son tan abundantes en otras ocasiones. Con las aves acuáticas tampoco hay suerte; esperábamos encontrar más limícolas o alguna de las curiosidades que la estación suele deparar a los ornitólogos del centro de la península, de por sí poco acostumbrados a las rarezas de la periferia. A continuación ofrecemos un listado con las observaciones registradas a lo largo del día con una estimación cuantitativa que sólo pretende servir de referencia. Los migrantes transaharianos se han señalado con MT y, como se puede apreciar, representan una cuarta parte de las especies detectadas. Zampullín chico c.10 Somormujo lavanco c.80 Cormorán grande 5 Garcilla bueyera 2 Garceta común c.10 Garza real c.20 Cigüeña común 1 Ánade friso c.50 Cerceta común c.10 Ánade real c. 300 Pato cuchara c.20 Tarro canelo 2 Milano real 1 Buitre leonado c.10 Buitre negro 1 Aguilucho lagunero 1 Águila pescadora 1. MT Cernícalo vulgar 1 Perdiz común c.10 Focha común c.200 Chorlitejo chico 2. MT Andarríos grande c.5 Andarríos chico c.5 Gaviota reidora c.50 Gaviota sombría c.30 Fumarel común 5 MT Paloma torcaz 2 Abejaruco común c.10. MT Cogujada común 2 Totovía c.10 Avión roquero 2 Golondrina común c.100. MT Avión común c.50. MT Lavandera boyera c.50. MT Lavandera blanca 2 Chochín 2 Tarabilla norteña c.5. MT Collalba gris c.5. MT Mirlo común c.10 Ruiseñor bastardo 2 Curruca carrasqueña 2. MT Mosquitero musical c.20. MT Papamoscas gris c.3. MT
Papamoscas cerrojillo c.15. MT Mito c.10 Herrerillo común c.2 Carbonero común c.5 Alcaudón real 1 Alcaudón común c.5. MT Rabilargo c.30 Urraca c.10 Corneja negra 2 Cuervo 1 Estornino negro c.30 Gorrión común c.19 Verderón común c.10 Jilguero c.2 Triguero c.20 Uno de los lugares donde se reunen más aves acuáticas es en la cola del embalse. Aquí el aporte de nutrientes es mayor que en otras zonas lo que determina una mayor cantidad de alimento. Las suaves orillas de sustrato limoso ofrecen comida a algunas aves mientras otras sestean o se acicalan el plumaje encaramadas a los restos de muros de mampostería que antes de la creación del embalse cercaban el parcelado local. Tan sólo los somormujos lavancos evitan este lugar localizándose preferentemente más hacia el interior, en lugares con aguas seguramente más profundas y limpias.
Una parte significativa de la franja de terreno contigua a la cola del embalse está constituida por un pastizal de siega que se cosecha anualmente, aunque la parte más próxima a la orilla, dada la humedad del sustrato, se deja intacta.
En esta época del año el heno cortado ya hace tiempo rebrota permitiendo la existencia de un buen número de plantas. A medida que avanzamos hacia la orilla atravesamos formaciones herbáceas que varían en función de la humedad edáfica. En el prado de siega florecen diversas especies entre las que anotamos: Calystegia sepium Cichorium intybus (foto 1) Convolvulus arvensis Picris echioides (foto 2) Plantago major Trifolium pratense Verbena officinalis (foto 3)
Aquí, de vez en cuando se hace particularmente abundante un aromático herbazal de hierba piojera (Pulicaria arabica subsp. hispanica) que desprende un característico olor cuando se pisa.
Más cerca de la cubeta de agua, en la zona no segada, predomina un denso herbazal de persicaria (Polygonum lapathifolium) (foto 5), cáñamo acuático (Bidens tripartita) (foto 6) y juncia olorosa (Cyperus longus), ahora muy llamativo por la floración del primero.
Las flores del cáñamo acuático, como se ve, son mucho menos vistosas, pero la planta esconde un particular sistema para dispersar sus semillas, ahora en plena formación. Cada semilla consta de dos o tres agudos salientes dirigidos hacia afuera que a su vez van provistos de cerdas ganchudas orientadas hacia el interior. Así, cuando las aves granívoras acuden a la planta en busca de semillas se les clavan en las inmediaciones del pico, como pudimos comprobar hace años en la cara de los verdecillos jóvenes, cuando anillabamos por la zona. Trepando sobre la persicaria, el cáñamo o la hierba piojera destaca una llamativa planta parásita de tallos anaranjados que se introdujo en la Península en la segunda mitad del siglo pasado procedente de Norteamérica: la cuscuta (Cuscuta campestris). La cuscuta pertenece a la familia de las convolvuláceas (es decir que está emparentada genéticamente con el Convolvulus y la Calystegia citadas más arriba) y se encuentra ahora en plena floración.
Las zonas ribereñas que permanecen encharcadas durante más tiempo ahora están totalmente cubiertas por un verde y espeso herbazal constituido exclusivamente por Paspalum distychum (foto 8), una gramínea que también florece ahora.
Uno de los aspectos más relevantes de este entorno es su emplazamiento entre cuestas calizas que determinan paisajes no habituales en la sierra. Se trata de calizas y materiales carbonatados depositadas a lo largo de la era Secundaria en ambientes tanto continentales como marinos, al ser este uno de los extremos que alcanzaron las transgresiones de los mares mesozoicos. Los sedimentos calizos se presentan en estratificaciones inclinadas que desaparecen bajo el subsuelo del embalse. El basculamiento de estos depósitos, erosionados y desmantelados (o sepultados) en la mayor parte del territorio madrileño, tiene que ver con los movimientos tectónicos originados en la orogenia Alpina, millones de años después de la retirada de los mares de esta zona.
Esta característica del sustrato permite la existencia de un buen número de plantas calcícolas de las que resaltamos la verbena (Verbena supina) (foto 9) por encontrarse ahora abundantemente en la orilla del embalse y además en flor. Otras plantas en flor que encontramos por la ribera del pantano son: Chenopodium botrys Epilobium hirsutum Lycopus europaeus Mentha pulegium (foto 10) Xanthium echinatum
¡Bienvenido al blog de Javier Grijalbo! Su contenido tiene que ver con la naturaleza. El autor describe las observaciones naturalistas realizadas a lo largo de sus paseos por el campo, normalmente encaminados por la Comunidad de Madrid y sus provincias contiguas. La fenología de las especies cuya aparición presenta alguna periodicidad, la distribución de animales y plantas y la interpretación del paisaje son algunos de los aspectos principales en los que aquí se repara.
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Publicación de 2016. Agotada
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