viernes, 29 de abril de 2011

Parque Nacional de Alhucemas. Marruecos 19-abril-2011.

Dedicamos un par de jornadas a visitar algunos lugares del Parque Nacional de Alhucemas que se encuentra al norte de Marruecos, concretamente al oeste de dicha población. Se trata de un abrupto parque marítimo y terrestre (48000 ha en total) atravesado por la dorsal calcárea de los Bocoya (Bokkoya) que se extiende a lo largo de unos 40 Km. Sus acantilados penetran bruscamente en el mar Mediterráneo generando una costa muy abrupta, recortada y con fuertes desniveles, en donde el águila pescadora (Pandion haliaetus) mantiene una buena población (foto 1. Alrededores del peñón de Vélez de la Gomera).


Centramos nuestro recorrido principalmente en el empinado valle que forma el río Tarmast, uno de los escasos cursos fluviales que cruzan el parque (foto 2). Nos acompaña Mohamed El Andalusi, de la asociación AZIR para el medio ambiente que nos muestra algunas de las singularidades de este espacio natural protegido desde 2004.


Salvamos un desnivel de unos 400 metros desde lo alto de unas colinas hasta el mar y a lo largo de este trayecto tenemos ocasión de contemplar un hermoso paisaje, secularmente intervenido (ganadería, talas, incendios), donde las masas forestales bien conservadas, como en tantos otros enclaves rifeños, tan solo se localizan alrededor de los morabitos que aparecen aquí y allá (foto 3). En estos lugares se encuentra la tumba de algún santón y ello los convierte en espacios sagrados, inhabilitados para cualquier otro uso que no sea el enterramiento de fieles. En los morabitos, efectivamente, se aprecia un fuerte incremento de la biodiversidad vegetal y por eso son enclaves ideales para estudiar la dinámica vegetal en estas zonas de clima mediterráneo árido. Como si se tratara del espíritu del santón, cuando llegamos a las ruinas del antiguo templete levantamos a un silencioso gavilán (Accipiter nisus); nada raro pues este parque tiene una buena representación de aves rapaces. 


Las laderas del valle están presididas por el interminable roquedo calizo que da lugar a numerosas cuevas y por la vegetación principalmente arbustiva (foto 4) salpicada a veces de bosquetes de araar (Tetraclinis articulata) (foto 5). Estos árboles junto a acebuches (Olea europaea) y lentiscos (Pistacia lentiscus) debieron ser los dueños de buena parte de estos paisajes antes de que la acción antrópica los convirtiera en los entretenidos matorrales que actualmente existen. Con respecto al algarrobo (Ceratonia siliqua) hay cierta polémica, pues mientras algunos autores le asignan como componente original y característico de estas comunidades vegetales, otros opinan que fue introducido en tiempos históricos por el interés de sus frutos. De forma más o menos dispersa se asientan en estas vertientes cultivos más o menos afortunados que a menudo dan lugar a fenómenos erosivos. 
 


 A medida que caminamos a través de este árido ambiente vamos anotando algunas de las especies más llamativas y frecuentes que aparecen a lo largo de nuestro recorrido:
Carrizo mauritánico (Ampelodesmos mauritanica) FL (foto 6)
Albaida (Anthyllis cytioides) FL (foto7)
Junquillo falso (Aphyllantes monspeliensis) FL
Espárrago borriquero (Asparagus horridus) FL




Marrubio (Ballota hirsuta)
Palmito (Chamaerops humilis) (foto 8), detrás se puede ver un algarrobo
Jara blanca (Cistus albidus) FL
Alhucema rizada (Lavandula dentata) FL (foto 9)
Alhucemilla (Lavandula multifida) FL (foto 10)
Cantueso (Lavandula stoechas) FL
Acebuche (Olea europaea var.sylvestris) FL
Pegamoscas (Ononis natrix) FL (foto 11) que tapiza numerosas laderas del parque tiñendo de amarillo muchos parajes


Prasio (Prasium majus) FL
Rubia (Rubia peregrina) 
Paternostrera (Withania frutescens) y araar (Tetraclinis articulata). La tuya, como también denominan por aquí a este arbolillo, es una conífera bien adaptada al impacto del fuego. Observamos en una zona incendiada recientemente cómo algunos ejemplares afectados rebrotan de cepa y echan hojas nuevas a lo largo del tallo (foto 12). 


En contraste con los pinos carrascos (Pinus halepensis) de repoblación que son arrasados por las llamas, los araares se perpetúan bien en este entorno incluso con estas adversidades. Se reconocen los ejemplares nacidos de semilla de los rebrotados tras un incendio porque los primeros presentan un único tronco y los afectados por el fuego se ramifican desde la ancha cepa.
En estas fechas el curso del Tarmarst todavía lleva bastante agua, pero la escasa vegetación ribereña presagia un estiaje muy prolongado como corresponde a estos típicos oueds norafricanos. Algunas leñosas que encontramos en el fondo del valle son: 
Adelfa (Nerium oleander) FL (foto 13)
Taray (Género Tamarix) y unos ejemplares extraordinarios de algarrobo (Ceratonia siliqua) (foto 14) como no habíamos visto nunca que aprovechan la escasa humedad de estas riberas y la existencia de algo más de suelo para asentarse.




miércoles, 6 de abril de 2011

Por la noche en el parque del Retiro (Madrid). 5-4-2011.



En ocasiones, ciertos olores o sonidos despiertan en nosotros recuerdos que teníamos almacenados en la memoria, provocando una especie de fugaz enajenación. Se desvanece entonces lo actual y lo cotidiano para dejar paso a vivencias del pasado.
Anoche, durante uno de los paseos que damos por el parque del Retiro tuvimos precisamente esa sensación. Ya antes de llegar al recinto, atravesamos una antigua colonia ajardinada donde se escuchaba el canto, si acaso melancólico, de un petirrojo (Erithacus rubecula), lo que nos dio pie a pensar en la inminente llegada de los ruiseñores (Luscinia megarhynchos), también infatigables cantores nocturnos, y también en las totovías (Lullula arborea) que seguramente a esas horas estarían entonando sus melodías en cualquier monte de por ahí.
Caminábamos ya entre las antiguas arboledas del parque sumidos en estos devaneos cuando empezamos a escuchar el canto del cárabo (Strix aluco) y minutos más tarde los de varios autillos (Otus scops). Estos últimos llevamos ya varios días oyéndoles por la zona y de hecho crían por aquí con alguna regularidad, pero sin embargo los cárabos, en el Retiro, solo se escuchan de tarde en tarde (deben ser individuos divagantes que ocasionalmente hacen escala aquí), de modo que cada vez que les detectamos se desencadena una suerte de recuerdos de cuando salíamos al campo a escuchar rapaces nocturnas para determinar su distribución. Las salidas invernales a menudo eran bastante crudas, pero en cambio en el mes de abril era una delicia caminar en solitario por esos senderos intentando oir entre la algarabía de grillos y anfibios, en medio del delicioso aroma de los majuelos (Crataegus monogyna) en flor. Últimamente, cada primavera nos hacemos el firme propósito de repetir esta experiencia, pero al final...

viernes, 1 de abril de 2011

Excursión de Ecologistas a Pezuela y nueva presentación de mi libro "Vegetación y Flora de Madrid" en el Ateneo de Madrid

Hola amigos, os comunico un par de cosas:
1. Desgraciadamente no voy a poder acudir a la excursión de mañana a Pezuela de las Torres; sin embargo, la salida se va a mantener, así como la hora y el lugar de encuentro. Jose Luís Diez me ha comentado que se va a hacer cargo de la cosa, aunque no sé donde irá porque la zona a la que íbamos a ir no la conoce. Para más información podéis dirigiros a "Ecologistas en Acción" 91 531 27 39.
Siento los posibles trastornos que esto os pueda originar.
2. Esta tarde hago una nueva presentación del libro "Vegetación y Flora de Madrid". El acto tendrá lugar en el Ateneo
de Madrid, hoy 1 de abril, a las 19,30 h  en la "Sala de Conferencias" que se encuentra en la segunda planta del edificio.
La dirección es calle del Prado 21 y los transportes públicos más cercanos son:
Metro: Sevilla, Antón Martín, Sol
Autobús: 5, 6, 9, 15, 25, 27, 32, 34, 51, 52, 53, 57, 150
. Será estupendo contar con vuestra presencia. Haré un repaso primero de la vegetación que hay en Madrid y, después, os comentaré algunos aspectos relacionados con el contenido del libro.