miércoles, 13 de junio de 2012

Centro de Transportes de Coslada (M). 24-5 y 3-6-12 // 620 msnm




Hay un consenso más o menos general en la idea de proteger los espacios montañosos, las masas forestales o los ríos caudalosos, así como algunos animales o vegetales emblemáticos que normalmente viven en ellos. Sin embargo, resulta complicado trasladar a la sociedad la importancia de conservar un lugar como el que traemos a colación, deforestado y encajado entre un polígono industrial, vías de ferrocarril y descampados cubiertos de escombros. Por si todo esto fuera poco, su reconocimiento medioambiental se hace todavía más difícil en la medida que su periodo de mayor "belleza", o sea, cuando el terreno se cubre de verde, se ciñe a un par de semanas o tres que transcurren entre finales de mayo y primeros de junio.
Sin embargo, hay una serie de datos objetivos que convierten al pastizal periférico del CTC de Coslada, con sus 10 ha de extensión, en uno de los reductos botánicos de mayor interés de todo el centro peninsular por la presencia de un buen número de especies raras o incluso consideradas hasta no hace mucho extinguidas en la Comunidad de Madrid que conforman una asociación vegetal única, aún por investigar. Y dado que el entramado vegetal se encuentra en la base de la pirámide trófica cabe pensar que dicha singularidad vegetal se traduzca asimismo en una población notable de invertebrados. En nuestro recorrido encontramos estos dos ejemplares: el ortóptero Acrida turrita (foto 1) y un neuróptero posiblemente del género Libelloides (foto 2). 






Hasta la fecha, el profesor de la Escuela de Ingenieros Forestales Juan Manuel Martínez Labarga que estudia la zona ha catalogado 315 especies de plantas, algunas de las cuales se pueden encontrar en el breve resumen que elaboramos en una entrada anterior de este blog:
 http://javiergrijalbo.blogspot.com.es/2010/06/centro-de-transportes-de-coslada-m-30-5.html
La extremada importancia del pastizal en su conjunto y de algunos de sus integrantes queda acreditada en el hecho de que algunas especies como Teucrium spinosum, Geropogon hybridus o Convolvulus humilis (foto 3) presentan aquí sus únicas poblaciones madrileñas e incluso se puede decir que otras como Cynara tournefortii o Malvella sherardiana cuentan aquí con las mejores poblaciones de todo el mundo, tanto por el número de ejemplares como por su tasa de regeneración. Además, la presencia del trigo silvestre (Triticum boeoticum) (foto 4), del que se trata al final de este artículo, abre una nueva vía de argumentación en cuanto a la protección de este espacio por la posible trascendencia arqueológica de su hallazgo, aquí y por primera vez en Europa occidental.






De todas las especies citadas, la más conocida hasta la fecha es la alcachofa silvestre (Cynara tournefortii); su hermoso tamaño y el parentesco genético con una planta comestible, familiar a todas las personas, ha despertado cierta simpatía. Y de hecho, advertimos en nuestras últimas visitas a la zona un intento por proteger algunos ejemplares (también de Malvella sherardiana), suponemos que mediante su futuro traslado, puesto que se aprecian alcorques individuales, a nuestro juicio más bien contraproducentes, además de un etiquetado. Si la idea consiste en trasladar ejemplares a un jardín botánico o sucedáneo, antes de que se arrase el pastizal, como recuerdo de que en su día vivieron de forma natural, no hay mucho que decir, pero si lo que se quiere es recrear el hábitat en otro lugar llevando ejemplares tanto de esta especie como de otras catalogadas en peligro, entonces hay que decir que se trata de una iniciativa descabellada ajena a cualquier concepto elemental sobre vegetación. La presencia de esta comunidad vegetal en la zona no obedece a ninguna casualidad sino a la comparecencia de una serie de factores edáficos, climáticos e históricos. Su valor tiene sentido en el lugar en el que vive y no desterrada a partir de ejemplares trasplantados sin cuento que en muchos casos sobrevivirán individualmente, pero con un futuro ciertamente comprometido.
¡Cómo somos los españoles! ¡Cómo despreciamos nuestro patrimonio no consagrado! Tiene que venir siempre alguien de fuera para que valoremos lo que aquí hay. Si en cualquier país centroeuropeo encontrasen algo similar crearían una microrreserva, un centro de interpretación, organizarían visitas guiadas, el ayuntamiento aprovecharía la oportunidad para organizar cursos de verano, centros de estudios y convertiría la planta insignia en icono de referencia. Pero cuando el modelo de desarrollo está enfocado en la construcción y las infraestructuras..., pues nada a los polígonos industriales. En este caso, la empresa que ha adquirido estos terrenos y que va a instalar aquí su sede es la distribuidora farmacéutica COFARES ¡Que oportunidad tan buena para dar brillo a su imagen de marca, recapacitando!
Pues bien, por si lo antedicho fuera poco, ahora resulta que investigando, investigando aparece un curioso trigo que al ser determinado por investigadores del Instituto Nacional de Investigaciones Agrarias se revela como una especie no encontrada hasta la fecha ni en la península Ibérica, ni en toda Europa occidental: se trata de Triticum boeoticum (foto 4). El trigo en cuestión aparece de forma abundante en la zona (foto 5ocupando ubicaciones donde parece haber un contenido mayor de humedad edáfica (plantas que en otras ubicaciones del pastizal se han secado ya, aparecen todavía frescas junto al trigo).




A partir de las primeras lecturas sobre la planta, lo que en principio parecía un hallazgo de interés puramente botánico va abriendo otras puertas hasta acabar compartiendo espacio con lo arqueológico. Y así resulta que el Triticum boeoticum es una especie silvestre que en su lugar de origen, la zona de Asia Menor y los Balcanes, hace unos 9000 años hibridó con otra especie del género Aegilops dando origen a uno de los primeros trigos domesticados (Triticum monococcum). Desde un punto de vista filogenético este trigo no se encuentra en la rama que ha dado lugar a los actuales trigos que nos sirven de alimento, pero sí es de interés pues, si bien su cultivo no es frecuente por su bajo rendimiento, todavía se cosecha en determinados lugares de forma relicta, incluso en puntos de la península. 
El hallazgo de Triticum boeoticum en el término de Coslada abre diversos interrogantes: ¿Cómo llegó la planta hasta aquí? ¿En qué periodo de la historia? ¿La trajeron pueblos nómadas neolíticos que se asentaron en la zona? ¿Hicieron uso de ella los primeros pobladores locales? ¿Llegó como planta adventicia junto a otros cultivos para naturalizarse posteriormente? ¿Ha venido tristemente en las ruedas de algún camión griego hasta el Centro de Transportes...?
La presencia de este primitivo trigo en el centro de la península puede aportar información capaz de contribuir a mejorar el conocimiento actual sobre la evolución del trigo, y este interés no se le puede escapar a nadie.
Aquel que esté interesado en profundizar algo más en este tema del trigo puede consultar el siguiente enlace:
https://sites.google.com/site/arbabajojarama/triticum-boeticum-boiss-escanda-o-trigo-silvestre