jueves, 7 de octubre de 2010

Campo Real (Madrid). 3-10-2010 // 750 msnm


A comienzos del Plioceno, hace unos cinco millones de años, la Cuenca del Tajo se encontraba colmatada después de un prolongado periodo de sedimentación y hundimiento que determinó espesores de hasta 3500 m. Los relieves montañosos levantados durante la Orogenia Alpina (Sistema Central, Cordillera Ibérica, Montes de Toledo y parcialmente la sierra de Altomira) habían cerrado previamente dicha cuenca convirtiéndola en un medio endorreico que recibía los materiales procedentes de la erosión de aquellos y por supuesto sus aguas. De esta manera, mientras la periferia de la cuenca se rellenaba con los materiales detríticos resultantes de la erosión de las montañas (por ejemplo las arenas con cantos de El Pardo), en su parte más interna, dependiendo del clima, la sedimentación tenía que ver con procesos de evaporación o precipitación, en las aguas de lagunas más o menos profundas y lagos. El resultado final de todo este proceso de relleno fue una inmensa planicie que comenzó a desmantelarse poco después, cuando el río Tajo, al descender su nivel de base, remontó la meseta eliminando, a partir de sus afluentes, enormes masas de sedimentos y transportándolas hacia el Atlántico. Sin embargo, no todos los materiales depositados fueron arrancados por la red hidrográfica; en la actualidad, restos de esa gran planicie coronada por una capa de sedimentos calcáreos (las calizas pontienses, del Páramo o de Colmenar como son denominadas) se extienden por el sureste madrileño y sobre todo por Guadalajara, constituyendo las alcarrias que son tan características de estos lugares.
Pues bien, el paseo naturalista de hoy lo realizamos por una de estas planicies, tan plana y tan extensa que recurrentemente se ve amenazada por la construcción de un aeropuerto que complementaría al de Barajas. 
Una de las primeras cosas que llaman aquí la atención es la naturaleza del sustrato con una mezcla de calizas y arcillas más o menos rojizas que proceden de la alteración del roquedo. La caliza, en principio tan resistente (de hecho esta caliza constituye un valioso material de construcción), está sometida a procesos de disolución que dan lugar a formas de relieve características (lapiaces) cuya mecánica origina la fracturación del roquedo y finalmente su desaparición. Entre los distintos tipos de lapiaces que generan las rocas carbonatadas, reconocemos uno que da lugar a rocas de gran belleza, muy apreciadas en jardinería: el lapiaz tubular u oqueroso (foto 1). Se encuentra en fragmentos rocosos, por ahí dispersos, y en los majanos que limitan los cultivos. Se reconoce fácilmente por las oquedades cilíndricas que perforan la masa rocosa, atribuidas por algunos autores a la capacidad rompedora de las raíces en combinación con la acción de los ácidos húmicos del suelo que disuelven la caliza.


El paisaje local está integrado por campos de cereal (ahora en barbecho o roturados), olivares, viñedos (foto 2) y manchas de encinar que ocupan los enclaves donde aflora el roquedo. A lo largo de los caminos y entre fincas se alinean setos de almendros (Prunus dulcis) (foto 4) en los que no es raro encontrar restos de la vegetación leñosa potencial que en su día debió extenderse por estas planicies.
La temporada de caza aún no ha comenzado para nuestra tranquilidad y la única concurrencia la encontramos en algunos viñedos, donde los vendimiadores recogen la uva (foto 3). La cosecha de almendras, en cambio, está desatendida y todavía se ven en los árboles numerosos almendrucos (foto 4) que en su mayor parte están amargos. Las encinas (Quercus ilex) (foto 5) y la coscojas (Quercus coccifera) también están cuajadas de frutos aún verdes, "esperando" a que lleguen las torcaces del norte de Europa para dar buena cuenta de ellas. 


Aunque se ve ya algún bando de estas palomas, parece que el grueso está por llegar. Otros invernantes que hacen ya acto de presencia son las alondras comunes, el petirrojo, el mosquitero común y el bisbita común. Aún están pasando migrantes transaharianos, de hecho escuchamos a algún papamoscas cerrojillo y un bandito de lavanderas boyeras.
Sin embargo, con lo que más disfrutamos es con la observación de algunas avutardas que vuelan en parejas de aquí para allá con su pesado aleteo y con la presencia de unos buitres leonados que por separado aterrizan en un secano próximo. Por si hubiera interés ofrecemos el listado de aves que detectamos a lo largo de la mañana, a pesar de su bajo contenido en observaciones destacables. Nótense las bajas cantidades, en general, de cada especie:
Buitre leonado 2
Ratonero común 2
Cernícalo vulgar 1
Avutarda 8
Paloma torcaz c.50
Cogujada común c.2
Bisbita común c.2
Lavandera boyera c.7
Petirrojo 1
Tarabilla común 1
Curruca cabecinegra c.3
Mosquitero común c.7
Papamoscas cerrojillo c.3
Reyezuelo listado ?
Carbonero común c.3
Urraca c.30
Grajilla 2
Estornino negro, un bando con más de 100 ex, quizás con pintos
Gorrión chillón 10
Pinzón vulgar 2
Verdecillo 2
Verderón 1
Pardillo común 10
Las floraciones tampoco están en su mejor momento, pero aun así entre los cultivos encontramos plantas arvenses o ruderales que todavía tienen flores. Anotamos las siguientes:
Cephalaria leucantha
Chondrilla juncea (foto 6)
Cichorium intybus
Daphne gnidium
Dittrichia graveolens
Dittrichia viscosa
Echium vulgare
Kickxia lanigera (foto 7)
Lavandula latifolia
Macrosyringion longifolium
Mantisalca salmantica (foto 8)
Merendera montana
Salsola kali
Thymelaea passerina






No hay comentarios: