El espacio comprendido entre los cursos de los ríos Tajo y Alberche, a la altura de Maqueda, está presidido por cultivos de secano que se intercalan con modestos cursos fluviales donde resaltan alineaciones de arboledas o arbustedos. El territorio está ocupado por grandes extensiones de cereal intercaladas de vez en cuando por viñedos.
Este año aún no han llegado las típicas lluvias de octubre, así que el terreno se encuentra muy agostado con los barbechos y roturados grises y los baldíos entre ocres y amarillentos. Las floraciones de los interfluvios casi han desaparecido, pero aun así encontramos herbáceas activas en las cunetas y en algunos campos arados.
La planta que predomina ahora en los bordes de los caminos es la grama (Cynodon dactylon) que gracias a su ciclo tardío forma densos y mullidos herbazales acompañada de algunas otras plantas en flor: Chenopodium album Chondrilla juncea Cichorium intybus Conyza canadensis Dittrichia graveolens Epilobium brachycarpum Foeniculum vulgare Pulicaria arabica (foto 1) Tribulus terrestris (la cruz de los ciclistas) (foto 2)
En los campos roturados y en los rastrojos, principalmente en los situados en zonas de vaguada donde se mantiene un residuo de humedad edáfica, también son comunes ciertas herbáceas que tienen la facultad de colonizar en pocas semanas grandes superficies de cultivo. Entre las más habituales destacan: Cucumis myriocarpus (foto 3) Solanum nigrum Portulaca oleracea (foto 4)
Y también una euforbiácea muy común que tiñe de un verde ceniciento estos campos: el tornasol. La Chrozophora tinctoria (foto 5) como se denomina en latín a esta planta tiene una sustancia colorante que se usó en tiempos pasados para teñir tejidos e incluso alimentos. Con ella se prepara una tintura que tiene la facultad de pasar del color azul al rojo al ponerse en contacto con sustancias ácidas, por lo que se utiliza para elaborar el papel tornasol, un reactivo de uso frecuente en laboratorio para conocer el pH.
En un arroyo de la zona dominado por sauces, fresnos, chopos y eneas encontramos asimismo algunas especies herbáceas que florecen ahora. La que es menos habitual para nosotros es el Heliotropium supinum (foto 6), pero también hay: Althaea cannabina Bryonia dioica Epilobium hirsutum Mentha suaveolens
La morfología del terreno es suave, pero cuenta con ligeras elevaciones desde las que se divisan enormes extensiones de territorio. Desde éstas, ahora que el sol no calienta mucho, resulta cómodo emplazar el telescopio y realizar barridos ornitológicos que siempre traen alguna sorpresa. Lo que en un principio se antojaba como un lugar soso y sin apenas interés, a medida que se va prospectando, muestra su riqueza de aves potenciada sin duda por las fechas de paso migratorio en que nos encontramos. No solo son los bandos de grullas, que observamos volando hacia el suroeste, las que nos ponen en aviso de esta situación migratoria general, sino la aparición de especies nuevas, la variedad, las cantidades crecientes de aves y por los agrupamientos de pájaros con hábitos invernales predominantemente solitarios, como en el caso del colirrojo tizón (en el centro de la península, esta especie tiene una acusada presencia en la segunda quincena de octubre). Además, aunque la actividad desciende algo a partir de media mañana, la mayoría de las aves se mueven incluso después del mediodía. Buena parte de las que se ven son especies "sedentarias" e invernantes que pasarán la estación fría en el entorno mediterráneo; sin embargo, también queda algún migrador transahariano, como la collalba gris, la golondrina común, el águila calzada y la culebrera que andan rezagadas, seguramente al amparo del benigno tiempo que nos acompaña este otoño. Las especies que anotamos a lo largo de la mañana son las siguientes: Garcilla bueyera Garza real Ánade azulón Elanio azul Milano real Buitre leonado Buitre negro Águila culebrera Aguilucho lagunero Aguilucho pálido Gavilán común Ratonero común Águila imperial Águila real Águila calzada Cernícalo vulgar Perdiz roja Rascón Polla de agua Grulla común Sisón Avutarda Avefría Andarríos grande Paloma bravía Paloma torcaz Tórtola turca Mochuelo Pito real Cogujada común Cogujada montesina Totovía Alondra común Golondrina común Bisbita común Lavandera cascadeña Lavandera blanca Chochín Petirrojo Colirrojo tizón Tarabilla común Collalba gris Mirlo común Zorzal común Ruiseñor bastardo Buitrón Curruca cabecinegra Curruca capirotada Mosquitero común Mito Herrerillo común Carbonero común Agateador común Pájaro moscón Alcaudón real Urraca Grajilla Estornino negro Gorrión común Gorrión moruno Gorrión molinero Gorrión chillón Pinzón vulgar Verdecillo Verderón común Jilguero Pardillo común Triguero Nos llama la atención la presencia de cogujadas montesinas en campos de cultivo, los primeros banditos de alondras asentados (en esta época se oyen alondras volando por todas partes) y la presencia de casi todos los invernantes que pasarán por aquí la estación fría: bisbitas, chochines, lavanderas, zorzales, mosquiteros y pinzones. Las únicas que oímos cantando son el triguero y el ruiseñor bastardo, y observamos a los gorriones morunos alimentándose de semillas de Bassia scoparia y Conium maculatum, sí, de cicuta, en esta última en compañia de un bandito de pardillos. Las grullas que vemos hoy son las primeras de esta temporada, varios bandos entre 30 y 70 ejemplares que al igual que hemos constatado otros años pasan por aquí a partir del mediodía. Se conoce que los dormideros deben estar a unos 200-300 km (?) y llegan a estas horas siempre. Saludos
Cerca del nacimiento del arroyo de los Meaques y antes de entrar en la Casa de Campo de Madrid, la cuenca de este curso fluvial, tributario del Manzanares, se halla cubierta por una de las mejores representaciones de retamar de toda la Comunidad (fotos 1 y 2); unas 800 ha que durante años estuvieron dedicadas a campo de entrenamiento del ejército. Actualmente, todo este territorio y una parte contigua donde se ubicaban los cuarteles militares, es lo que integra la conocida como Operación Campamento cuyo objetivo es la construcción de equipamientos y miles de viviendas. En el Plan General de 1997 este suelo, que tenía la categoría de protegido, paso a urbanizable y a pesar de una sentencia del Tribunal Supremo de 2007 donde se reconocía la ausencia de justificación para desproteger este ámbito, actualmente en "Ecologistas en Acción" se trabaja para solicitar la ejecución de dicha sentencia, con el fin de evitar su destrucción.
Creemos que una sociedad desarrollada debería reconocer, admirar y proteger su patrimonio biológico, y que desperdiciar el espacio desmantelándolo, sin aceptar su valor, es una actitud absurdamente inconsciente. En esta época del año, los pastizales de la campiña se encuentran completamente agostados, lo cual no quiere decir que no haya plantas cumpliendo sus ciclos vitales. El paisaje del retamar, ahora, tiene una estética particular con predominio de amarillos, pardos y verdes grisáceos que contrastan vivamente con los verdes intensos de los sotos y sotillos fieles a los recorridos del Meaques y sus afluentes. Todos estos cursos tienen carácter estacional de modo que ahora bajan secos (foto 3); su aspecto es el de los típicos ríos de arena, tan característicos de todas estas zonas detríticas de la campiña madrileña, al oeste del Jarama.
Mientras en los cursos de agua el subsuelo contiene un cierto grado de humedad edáfica, debido a la proximidad del acuífero, en los interfluvios colindantes el agua subterránea se halla a gran profundidad, y es inaccesible para las raíces de la mayoría de las plantas. Esto determina la diferencia de colores, ciclos vitales y fisiología entre las plantas que viven en uno u otro lugar. Caminar a mediodía a través del retamar es bastante agobiante debido a un sol inclemente que no se aplaca con sombra alguna; los únicos acompañantes por aquí son algunos aviones comunes (Delichon urbica) y vencejos (Apus apus) que sobrevuelan el dosel arbustivo a la caza de insectos, y también los conejos (Oryctolagus cuniculus) que abundantemente pueblan estos campos. Los sotillos, en cambio, siguen con bastante actividad ornítica. Es cierto que a partir de las diez de la mañana (h. o.) dejan de detectarse la mayor parte de las aves que a primera hora de la mañana se movían por aquí, pero aun así hay actividad todo el rato, sobre todo en los sotos mejor conservados y en el remanso artificial del Meaques, responsable de un interesante encharcamiento ahora cubierto de lenteja de agua (Lemna minor) (foto 4). La diferencia entre uno y otro ámbito estriba no solo en la propia sombra de las arboledas, sino también en el continuo bombeo de agua generado por las plantas del soto que al emitirlo a la atmósfera en forma de vapor de agua produce un descenso de temperatura, como vemos cada vez más en las terrazas de algunos bares.
La naturaleza del sustrato local no es muy rica que digamos; se trata de uno de esos depósitos arenosos de campiña procedentes de la alteración del roquedo silíceo de la sierra: materiales que ofrecen suelos bastante pobres por la escasez de bases y además terrenos fácilmente disgregables. Aquí, cerca de la divisoria de aguas que vierten por un lado al Guadarrama y por otro al Manzanares, las alomadas laderas en general son bastante suaves, pero allí donde se acusa la pendiente, si el tomillar no se instala, el efecto de la erosión se acrecienta mediante la instalación de una red de regueros y pequeños acarcavamientos que no hacen sino buscar una nueva pendiente de equilibrio (foto 5).
Sin embargo, asombra la riqueza botánica que encierra este lugar, seguramente debido a la escasez de insecticidas y fertilizantes recibidos, dada su particular dedicación anterior. Se advierte la presencia de bastantes especies no autóctonas, entre las cuales destacan en el paisaje las de carácter leñoso (moreras, acacias, ailantos olmos de Siberia, cambrones, etc); algunas de ellas han sido capaces de asilvestrarse a partir de condiciones biológicas favorables, dando lugar a individuos capaces de reproducirse libremente. También llama la atención el nutrido pastizal que engrosa con mucho la mayor parte del listado que se ofrece a continuación; apenas damos un paseo que dura unas horas e inventariamos cerca de ciento cincuenta especies de plantas, a pesar de que la fecha quizá no sea la más favorable. Visitamos distintos ambientes: retamares, eriales más o menos nitrificados, solares, pastizales de plantas anuales, cursos fluviales, formaciones palustres, pinares de piñonero, y para trasladar la información de forma más digerible separamos, como en otras ocasiones, entre plantas arbóreas, arbustivas y herbáceas. Las especies de mayor interés local aparecen subrayadas: Especies arboreas: Ailanto (Ailanthus altissima) Fresno de hoja estrecha (Fraxinus angustifolia) Acacia de tres espinas (Gleditsia triacanthos) Morera (Morus alba) Pino piñonero (Pinus pinea) Álamo blanco (Populus alba) Chopo negro (Populus nigra) Encina (Quercus ilex), muy escasa Falsa acacia (Robinia pseudoacacia) Sauce blanco (Salix alba) Sauce llorón (Salix babylonica) Olmo (Ulmus minor) Olmo de Siberia (Ulmus pumila)
Especies arbustivas y cañas: Caña (Arundo donax) Majuelo (Crataegus monogyna) Polígono ruso (Fallopia baldschuanica) FL Cambrón (Lycium barbarum) FL (foto 6) Carrizo (Phragmites australis) Retama (Retama sphaerocarpa) (foto 2) Rosal silvestre (Rosa canina var. squarrosa) Rosal silvestre (Rosa micrantha) Zarzamora (Rubus ulmifolius) Sisallo (Salsola vermiculata). Destaca la presencia de un único ejemplar fijando el límite de su área de distribución, dado que prefiere suelos con cierta basicidad. Sarga negra (Salix atrocinerea) Bardaguera blanca (Salix salviifolia) Taray (Tamarix canariensis) FL (foto 7) Tomillo (Thymus zygis) Espadaña (Typha latifolia) (foto 8)
El tapiz vegetal de la zona de Campamento, esbozado superficialmente más arriba, se organiza en una serie de hábitats donde vive una fauna bastante diversa. Prestamos principalmente atención a las aves que se revelan como buenos indicadores de la calidad ambiental y advertimos ante todo la diversidad de especies que ocupan el lugar. Es cierto que muchas de ellas ahora se encuentran realizando movimientos postnupciales de diverso rango, pero la realidad es que todas ellas utilizan el lugar como fuente de alimento en algún momento de su ciclo anual. Destacan las cantidades de aviones comunes (Delichon urbica) y palomas torcaces (Columba palumbus) que atraviesan la zona. Los primeros, a menudo en compañía de bandos de vencejos (Apus apus), sobrevuelan a diferentes altitudes emitiendo sus característicos reclamos, y las torcaces en interminable goteo, dirigiéndose en dirección norte o noreste, seguramente desde algún dormidero próximo (¿Alcorcón?) a comederos extraurbanos, como hemos observado por ejemplo en la zona de El Retiro. Si la mayoría de los aviones se encuentran en pleno viaje migratorio y no volverán hasta el año próximo, las torcaces regresarán por la noche a los sesteaderos nocturnos. Apenas se escuchan ya cantos, tan solo algunos tímidos "que parecen más confusiones que otra cosa". Los sonidos que predominan ahora son los reclamos de cohesión que se prolongarán hasta la primavera que viene. Además de los de las urracas (Pica pica), los que más llaman la atención por su estridencia son los de unas aves exóticas de procedencia sudamericana que se han instalado en la zona desde hace unas décadas, las cotorras grises argentinas (Myopsitta monachus). Aquí las vemos alimentándose de las semillas de cardillo (Scolymus hispanicus) que es un recurso bien común en la zona. Las aves que detectamos en la zona, como en otras ocasiones acompañadas de unas cantidades de carácter estimativo, son las siguientes: Zampullín chico, 1 Cigüeña común, 1 Ánade azulón, 2 Águila calzada, 1 Perdiz roja, 5 Polla de agua, 10R Paloma bravía, 3 Paloma torcaz, 400 R Paloma zurita, 2 Tortola común, 1 R Cuco, 1 Vencejo común, 100 R Vencejo pálido, 3 Abejaruco común, 30 R Abubilla, 1 Pito real, 10 R Pico picapinos, 1 R Avión zapador, 1 Golondrina común, 30 R Golondrina daúrica, 10 R Avión común, 200 R Lavandera blanca, 2 R(C) Petirrojo, 2 R Ruiseñor común, 3 R(C) Mirlo común, 8 R Ruiseñor bastardo, 2 C Carricero común, 1R Curruca carrasqueña, 1 R Curruca cabecinegra, 2 R Curruca zarcera, 1 Mosquitero papialbo, 2 R(C) Mosquitero musical, 1R Mito, 5 R Herrerillo común, 3 R Carbonero común, 4 R Agateador común, 6 R Alcaudón común, 1 Urraca, 20 R Grajilla, 2 R Estornino negro, 10 R Gorrión común, 7 R Gorrión molinero, 5 R Verdecillo, 25 R Verderón común, 20 R Jilguero, 20 R Escribano soteño, 1 R Cotorra gris argentina, 40 R Donde R son reclamos y C, cantos
Leí ayer en la página de obituarios de ayer de "EL PAÍS" la reseña que Eduardo de Juana hacía sobre Ramón Sáez-Royuela, y a lo largo del día, mientras trabajaba, me vino la imagen de este ornitólogo varias veces a la cabeza. No sé muy bien por qué, dado que nunca tuve mucho trato con Ramón, pero era una de esas personas que te caen bien. Desde aquí, tan solo quería traer el merecido recuerdo y reconocimiento a este estudioso pionero de las aves que junto a otros desbrozó el camino para que la sociedad se interesase en este campo de la naturaleza. Ahora que las revistas ornitológicas se han convertido en tratados infumables relativos a aspectos muy concretos de las aves, se echan de menos aquellos artículos de las primeras entregas del Ardeola, por ejemplo, donde autores como Ramón relataban sus investigaciones. Naturalmente que los tiempos actuales requieren precisión y puntualizaciones acerca de temas cada vez más definidos, pero los que nos dedicamos a buscar información naturalista sabemos que en la Península se han dejado atrás grandes lagunas sin explorar, por ejemplo en el campo de la distribución, el comportamiento, la fenología o el análisis de los datos de anillamiento, que estaría bien sondear más.
Al oeste del río Guadarrama, la campiña madrileña frecuentemente presenta un característico paisaje adehesado donde la encina (Quercus ilex) comparte espacio con cultivos de cereal. En la periferia de estos ámbitos se encuentran, más o menos dispersos, matas y arbustos típicos del matorral que se genera tras la alteración del encinar, como esperando a que disminuya la presión del labrantío para recuperar el espacio perdido. En general, estas manchas tienen escasa superficie y por eso, cuando se encuentra alguna de cierta extensión, apetece internarse por las fragosidades del arbustedo para observar de qué forma, a medida que éste madura, las formaciones boscosas se van adueñando del territorio. En las laderas de la dehesa de Villamantilla tributarias del arroyo Perales encontramos uno de estos ejemplos (fotos 1 y 2). Se trata de un jaral de jara pringosa (Cistus ladanifer) con aulaga hirsuta (Genista hirsuta) (foto 3) en el que, sobre todo, encinas y algunos enebros (Juniperus oxycedrus) constituyen lo arborescente y lo arbóreo.
El sustrato aquí está constituido por arcosas (foto 4), esas curiosas rocas sedimentarias de consistencia arenosa que proceden de la alteración y posterior transporte de los materiales graníticos y neísicos serranos. Cuando por cualquier circunstancia (un incendio, la apertura de una pista, el pisoteo excesivo de mamíferos, etc) la cobertura vegetal se desbroza, la textura disgregable del suelo facilita enormemente el avance la erosión generándose así acarcavamientos que se manifiestan claramente en el paisaje (foto 5).
Estos terrenos descarnados, cuando presentan un relieve accidentado apenas acogen ningún tipo de vegetación, pues en la tensión que se genera entre los fenómenos erosivos y la capacidad regeneradora de la vegetación se imponen los primeros; sin embargo, en las ubicaciones aplanadas que proporcionan, por ejemplo, las pistas el terreno, en cuanto disminuye el pisoteo, se coloniza por algunas plantas pioneras capaces de vivir bajo estas condiciones tan desfavorables. El colorido de algunas resalta ahora sobre el terreno arenoso; las que más llaman nuestra atención son la diminuta uña de gato (Sedum andegavense) (foto 6) que tiñe de rojo los laterales del camino y la arenaria roja (Spergularia rubra) (foto 7) ahora en su momento de mayor esplendor. La pobreza de este suelo no permite la existencia de un matorral muy variado ni la proliferación de muchas especies herbáceas. Algunas de estas han concluido ya su ciclo vital, de modo que nos pasan desapercibidas, pero otras se encuentran ahora en plena floración formando un pastizal de terófitos que se agostará hacia finales de este mes. Entre otras, observamos: Campanula lusitanica (foto 8) Hymenocarpos lotoides (foto 9) Leontodon taraxacoides (foto 10) Linaria spartea Psilurus incurvus Trifolium cherleri Tuberaria guttata (foto 11) Vulpia ciliata Vulpia muralis (foto 12)
Con respecto a las aves que observamos por la zona, una buena parte se encuentran ya en pleno periodo reproductor y se escuchan continuamente cantos de la mayoría. A partir de media mañana, la actividad decrece y casi lo único que se escuchan son mirlos, pinzones y verdecillos. Del mosquitero papialbo escuchamos también un canto, pero sospechamos que no es un nidificante local, sino uno de esos migrantes transaharianos tardíos que pasan emitiendo cantos y confundiendo a ornitólogos. Nos encontramos fuera de su área de distribución como nidificante y eso nos hace pensar que debe andar aún de paso. Buitre leonado c. 3 Águila imperial 1 R Paloma torcaz c. 7 R Cuco 1 R Mochuelo 1 R Vencejo común c. 30 R Abejaruco común c.3 R Abubilla c. 3 R Totovía c. 3 C Ruiseñor común 1 C Mirlo común c. 5 C Curruca rabilarga c. 5 C Curruca carrasqueña c. 3 C Curruca cabecinegra c. 5 C Mosquitero papialbo c. 2 C Herrerillo común c. 3 C Carbonero común c. 5 C Alcaudón común 1 Cuervo 2 R Estornino negro c. 10 R Pinzón vulgar c. 15 C Verdecillo c. 7 C Pardillo común c. 7 C Donde c. es cerca de, C son cantos y R son reclamos
Dedicamos un par de jornadas a visitar algunos lugares del Parque Nacional de Alhucemas que se encuentra al norte de Marruecos, concretamente al oeste de dicha población. Se trata de un abrupto parque marítimo y terrestre (48000 ha en total) atravesado por la dorsal calcárea de los Bocoya (Bokkoya) que se extiende a lo largo de unos 40 Km. Sus acantilados penetran bruscamente en el mar Mediterráneo generando una costa muy abrupta, recortada y con fuertes desniveles, en donde el águila pescadora (Pandion haliaetus) mantiene una buena población (foto 1. Alrededores del peñón de Vélez de la Gomera).
Centramos nuestro recorrido principalmente en el empinado valle que forma el río Tarmast, uno de los escasos cursos fluviales que cruzan el parque (foto 2). Nos acompaña Mohamed El Andalusi, de la asociación AZIR para el medio ambiente que nos muestra algunas de las singularidades de este espacio natural protegido desde 2004.
Salvamos un desnivel de unos 400 metros desde lo alto de unas colinas hasta el mar y a lo largo de este trayecto tenemos ocasión de contemplar un hermoso paisaje, secularmente intervenido (ganadería, talas, incendios), donde las masas forestales bien conservadas, como en tantos otros enclaves rifeños, tan solo se localizan alrededor de los morabitos que aparecen aquí y allá (foto 3). En estos lugares se encuentra la tumba de algún santón y ello los convierte en espacios sagrados, inhabilitados para cualquier otro uso que no sea el enterramiento de fieles. En los morabitos, efectivamente, se aprecia un fuerte incremento de la biodiversidad vegetal y por eso son enclaves ideales para estudiar la dinámica vegetal en estas zonas de clima mediterráneo árido. Como si se tratara del espíritu del santón, cuando llegamos a las ruinas del antiguo templete levantamos a un silencioso gavilán (Accipiter nisus); nada raro pues este parque tiene una buena representación de aves rapaces.
Las laderas del valle están presididas por el interminable roquedo calizo que da lugar a numerosas cuevas y por la vegetación principalmente arbustiva (foto 4) salpicada a veces de bosquetes de araar (Tetraclinis articulata) (foto 5). Estos árboles junto a acebuches (Olea europaea) y lentiscos (Pistacia lentiscus) debieron ser los dueños de buena parte de estos paisajes antes de que la acción antrópica los convirtiera en los entretenidos matorrales que actualmente existen. Con respecto al algarrobo (Ceratonia siliqua) hay cierta polémica, pues mientras algunos autores le asignan como componente original y característico de estas comunidades vegetales, otros opinan que fue introducido en tiempos históricos por el interés de sus frutos. De forma más o menos dispersa se asientan en estas vertientes cultivos más o menos afortunados que a menudo dan lugar a fenómenos erosivos.
A medida que caminamos a través de este árido ambiente vamos anotando algunas de las especies más llamativas y frecuentes que aparecen a lo largo de nuestro recorrido: Carrizo mauritánico (Ampelodesmos mauritanica) FL (foto 6) Albaida (Anthyllis cytioides) FL (foto7) Junquillo falso (Aphyllantes monspeliensis) FL Espárrago borriquero (Asparagus horridus) FL
Marrubio (Ballota hirsuta) Palmito (Chamaerops humilis) (foto 8), detrás se puede ver un algarrobo Jara blanca (Cistus albidus) FL Alhucema rizada (Lavandula dentata) FL (foto 9) Alhucemilla (Lavandula multifida) FL (foto 10) Cantueso (Lavandula stoechas) FL Acebuche (Olea europaea var.sylvestris) FL Pegamoscas (Ononis natrix) FL (foto 11) que tapiza numerosas laderas del parque tiñendo de amarillo muchos parajes
Prasio (Prasium majus) FL Rubia (Rubia peregrina) Paternostrera (Withania frutescens) y araar (Tetraclinis articulata). La tuya, como también denominan por aquí a este arbolillo, es una conífera bien adaptada al impacto del fuego. Observamos en una zona incendiada recientemente cómo algunos ejemplares afectados rebrotan de cepa y echan hojas nuevas a lo largo del tallo (foto 12).
En contraste con los pinos carrascos (Pinus halepensis) de repoblación que son arrasados por las llamas, los araares se perpetúan bien en este entorno incluso con estas adversidades. Se reconocen los ejemplares nacidos de semilla de los rebrotados tras un incendio porque los primeros presentan un único tronco y los afectados por el fuego se ramifican desde la ancha cepa. En estas fechas el curso del Tarmarst todavía lleva bastante agua, pero la escasa vegetación ribereña presagia un estiaje muy prolongado como corresponde a estos típicos oueds norafricanos. Algunas leñosas que encontramos en el fondo del valle son: Adelfa (Nerium oleander) FL (foto 13) Taray (Género Tamarix) y unos ejemplares extraordinarios de algarrobo (Ceratonia siliqua) (foto 14) como no habíamos visto nunca que aprovechan la escasa humedad de estas riberas y la existencia de algo más de suelo para asentarse.
¡Bienvenido al blog de Javier Grijalbo! Su contenido tiene que ver con la naturaleza. El autor describe las observaciones naturalistas realizadas a lo largo de sus paseos por el campo, normalmente encaminados por la Comunidad de Madrid y sus provincias contiguas. La fenología de las especies cuya aparición presenta alguna periodicidad, la distribución de animales y plantas y la interpretación del paisaje son algunos de los aspectos principales en los que aquí se repara.
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Publicación de 2016. Agotada
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