miércoles, 24 de noviembre de 2010

Guadamur (Toledo). 21-11-2010 // 600 msnm

Teníamos ganas de volver a visitar, en esta época del año, los olivares toledanos que se extienden al sur del Tajo, y escogemos una interesante masa localizada al noroeste de Guadamur (fotos 1, 2 y 3). Ésta, linda con una buena mancha de vegetación natural que evidentemente enriquecerá las observaciones naturalistas (foto 4).


El interés de la excursión gira en torno a la población de currucas capirotadas (Sylvia atricapilla) que ahora suele ser notable en este tipo de medios (olivar) por la llegada de un contingente de aves invernantes que según los datos de anillamiento tienen su área de cría principalmente en Bélgica, Francia y Gran Bretaña. 


Nos caen bien las currucas capirotadas y por eso disfrutamos enormemente cuando nos rodean en tal cantidad y escuchamos continuamente sus chasquidos. Tras hacer un transecto obtenemos una densidad de currucas de 8 aves/ha y a lo largo de la jornada unos 60 ejemplares. Sin embargo, a pesar de su abundancia, se muestran muy esquivas, escondiéndose entre la jungla de hojas y aceitunas que es su hábitat invernal principal (foto 5).
Sabemos de las capirotadas que son muy fieles a sus rutas migratorias, atravesando año tras año los mismos lugares y más o menos por las mismas fechas (a veces este fenómeno se da con sorprendente exactitud); sin embargo, los cuarteles de invernada deben ser menos regulares y estar sometidos a eventualidades, dado que, aunque se tienen datos de aves extranjeras que invernan en el mismo lugar en años consecutivos, se deben producir nomadeos regionales en busca de alimento.



El olivar en estas fechas está cuajado de aceitunas (foto 5) y esto atrae a un gran número de aves europeas que encuentran en este recurso una buena oprtunidad para pasar el invierno. Se da así la circunstancia de que mientras muchas especies son beneficiosas para la economía centroeuropea, por consumir gran cantidad de insectos durante la cría, al llegar a los países mediterráneos, en invierno, entran en conflicto con los intereses de nuestros agricultores. 
Destacamos además la presencia en la zona de un gran número de pinzones comunes (Fringilla coelebs) y zorzales comunes (Turdus philomelos), pero sobre todo de tres ejemplares jóvenes de águila imperial (Aquila adalberti) (de distintas edades) que se anuncian desde una gran altura con su característico reclamo. También llama la atención la escasez de torcaces (Columba palumbus), aunque teniendo en cuenta la "balacera" reinante a lo largo de la mañana no es de extrañar que se hayan marchado a un lugar más tranquilo. Estos domingos de invierno, el campo en general, pero sobre todo el toledano, se convierte en un cisco de tiros que nos parece inadmisible, a pesar de estar acostumbrados (esperamos que llegará un momento en el que este hábito de matar animales porque sí, no será más que un desagradable recuerdo). Las especies que anotamos en este ámbito junto a unas cifras cuantitativas, solo de referencia, son las siguientes: 
Azor común 1
Águila imperial 3
Paloma torcaz c.5
Mochuelo 1
Abubilla 1




Pito real c.5
Totovía c.5
Petirrojo c.25 C
Colirrojo tizón 1
Mirlo común c.3
Zorzal común c.50 (pseudocantos)
Zorzal alirrojo 2 v
Curruca cabecinegra c.5
Curruca capirotada c.60
Mosquitero común c.7
Reyezuelo listado c.3
Herrerillo común c.5
Carbonero común c.7
Urraca c.10
Estornino negro 1
Pinzón vulgar c.100
Verdecillo c.10
Verderón común c.5
Jilguero c.5 v
Pardillo c.3 v
Donde c. significa aproximadamente, C son cantos y v, aves en vuelo.
El paseo por la meseta cristalina toledana es una delicia, a pesar de los disparos, puesto que a la belleza del olivar propiamente dicho se añade la amplitud de los paisajes de rampa que anteceden a las elevaciones de los montes de Toledo (foto 6).


Cada olivo aquí es una escultura y el fotógrafo podría dedicar toda la mañana a recoger texturas y formas de interés. Además, el hecho de que el olivar haya sido roturado recientemente resalta aún más su perfil (foto 7).


En los ribazos que bordean las parcelas de esta formación adehesada, surge espontáneamente un tipo de vegetación donde se reconocen representantes de las comunidades de plantas silvestres que ocuparon estos espacios antes de su uso agrícola; las mismas que encontramos en las manchas contiguas de monte. Sobre todo destacan las encinas (Quercus ilex), que ahora ofrecen su cosecha de bellotas maduras (foto 8), y el romero (Rosmarinus officinalis) por su floración (foto 9), que atrae a bastantes abejas (Apis mellifera) y a algún ruidoso abejorro (Bombus terrestris).


Pero también hay muchas otras especies leñosas de las que hacemos el siguiente listado:
Esparraguera (Asparagus acutifolius)
Marrubio (Ballota hirsuta)
Estepa blanca (Cistus albidus)
Jara pringosa (Cistus ladanifer)
Jaguarzo morisco (Cistus salviifolius)
Escoba blanca (Cytisus multiflorus)?
Torvisco (Daphne gnidium)
Mijediega (Dorycnium pentaphyllum)
Jarilla viscosa (Halimium umbellatum)
Siempreviva (Helichrysum stoechas)
Enebro de la miera (Juniperus oxycedrus)
Cantueso (Lavandula pedunculata)
Cornicabra (Pistacia terebinthus) (foto 10)


Coscoja (Quercus coccifera)
Espino negro (Rhamnus lycioides)
Ruda (Ruta montana)
Esparto (Stipa tenacissima)
Mejorana (Thymus mastichina)
Tomillo salsero (Thymus zygis)
En las cunetas son frecuentes además:
Escobilla parda (Artemisia glutinosa)
Ontina (Artemisia herba-alba)
Cambronera (Lycium europaeum) 
Marrubio (Marrubium vulgare)
Escaramujo (Rosa canina forma squarrosa)
Y alguna bolina (Santolina canescens)? y sisallo (Salsola vermiculata).
Todavía hay algunas plantas en flor. Además del citado romero, la que más nos llama la atención es la población de ortigas menores (Urtica urens) (foto 11) que crece densamente bajo las copas de aquellos olivos cuyo bajo ramaje dificulta la llegada de la reja del arado. Otras plantas que florecen son:
Foeniculum vulgare
Malva sylvestris
Mantisalca salmantica
Salvia verbenaca 
Solanum nigrum


Aparte de la vegetación que se refugia en los ribazos, a veces se encuentran en estas lindes acumulaciones de piedras (majanos) (foto 12) apartadas por los agricultores. En amontonamientos como el de la foto se puede observar la variedad del roquedo local que es el resultado de una interesante historia geológica. Se trata de rocas metamórficas (migmatitas) resultantes de la transformación y recristalización de sedimentos cámbricos o precámbricos durante la orogénia hercínica. En unos escasos centenares de metros, no lejos de aquí, se atraviesan estructuras geológicas claramente diferenciadas que comentaremos en otra excursión. Vayan por delante sus sugerentes nombres por si alguien quiere profundizar en el tema: Bloque migmatítico de Toledo, Anticlinorio de Sonseca y una franja milonítica separando las anteriores con mineralizaciones de plomo y cinc.





lunes, 15 de noviembre de 2010

Río Henares y cerros contiguos. Alcalá de Henares - Los Santos de la Humosa (Madrid). 7-11-2010 // 600 - 700 msnm

En su recorrido madrileño, el contacto entre el río Henares y los cerros que lo bordean por el sur recrea un ámbito de gran personalidad en el que la vegetación, el relieve y los usos del suelo organizan un paisaje que no encuentra equivalente en toda la Comunidad (foto 1). Coinciden aquí vegas cultivadas, más o menos invadidas por centros comerciales y polígonos industriales -como siempre-, sotos de alto valor ecológico, pronunciados cantiles y una superficie arcillosa, tan irregular como extensa, tapizada por un impresionante espartal, y en pleno proceso de desmantelamiento por la red de torrentes y cárcavas que hacen de estos parajes un lugar tranquilo y poco transitado.


Lo más conocido aquí es el soto del río que ahora, debido a las tonalidades amarillentas del follaje, presenta rincones de gran belleza (fotos 2, 3 y 4). Una lástima la intención que hay de realizar obras de acondicionamiento en este enclave, según nos cuentan amigos de la zona. Con la experiencia acumulada a lo largo de los años nos tememos lo peor. Este es un espacio natural muy concurrido por paseantes y deportistas, que a nuestro juicio no se debe gestionar como una zona ajardinada y por tanto no requiere cemento. Empléense las inversiones en el cuidado del arbolado que en ocasiones sí muestra un cierto grado de decrepitud.


La formación forestal que conforma este soto fluvial está constituida por un variado conjunto de plantas leñosas cuya distribución alcanza todos los estratos. Desde los elevados álamos blancos (Populus alba) (foto 5) y chopos negros (Populus nigra) (foto 6), que perfilan el contorno superior del bosque, a herbáceas del nivel inferior como el aro (Arum italicum) (foto 7), que ahora acaba de emitir sus hojas nuevas, o el raro lepidio (Lepidium graminifolium) aún con flores.



En un nivel intermedio es destacable el tortuoso tarayal de Tamarix canariensis que en algunos puntos reune ejemplares de importancia (foto 8).



En este frondoso espacio encontramos una variada cantidad de aves forestales. Muchas de ellas están aún en pleno viaje migratorio y ello explica las elevadas densidades que presentan. Nos llama la atención este fenómeno por ejemplo en el caso de los petirrojos, los mosquiteros comunes y también en el de los reyezuelos sencillos. La gran cantidad de ruiseñores bastardos seguramente debe atribuirse a individuos ibéricos que procedentes de regiones frías se han desplazado hasta aquí, y que con los rigores del invierno todavía irán a lugares más cálidos. Las especies que anotamos en la ribera del Henares, con algunas cifras de referencia, son las siguientes:
Zampullín chico 2
Cormorán grande 2
Garza real 2
Ánade azulón1
Gavilán 1
Ratonero 1
Polla de agua c.3
Paloma torcaz c.3
Martín pescador 1
Pito real c.5
Pico picapinos c.3
Lavandera cascadeña 1
Lavandera blanca 1
Chochín c.5
Acentor común 2
Petirrojo c.20
Mirlo común c.5
Ruiseñor bastardo c.20
Curruca capirotada 2
Mosquitero común c.20
Reyezuelo sencillo c.10
Mito c.7
Herrerillo común c.10
Carbonero común c.10
Agateador común c.3
Urraca 2
Grajilla c.15
Estornino negro c.30
Gorrión común c.15
Gorrión molinero c.7
Gorrión chillón 2
Pinzón vulgar c.30
Verdecillo 3
Verderón común 3
Jilguero 2
Pero si el entorno fluvial nos resulta grato con sus colores y sus aves, las vertientes que se desarrollan al pie de la superficie del páramo, con su irregular morfología y sus paisajes abiertos (fotos 9 y 10), despiertan todavía más nuestro interés.


El río Henares desde su implantación en el territorio hasta nuestros días (la red fluvial se encaja en los sedimentos miocenos de la Depresión del Tajo desde comienzos de la era Cuaternaria) ha experimentado un desplazamiento hacia el sur, dejando huellas en el paisaje que se perciben desde lo alto de los cantiles. Lo primero que se observa es un valle claramente asimétrico con un extenso sistema de terrazas (Cuaternario) que ascienden suavemente, en su margen derecho, hasta enlazar con la raña pliocena. Mientras, en el margen izquierdo, el río en su tendencia a dirigirse hacia el sur, labra un conjunto de cantiles a la vez que promueve la expansión de una red de torrentes, que es por donde nos movemos. La facilidad con que los materiales del páramo se erosionan tiene su justificación en la naturaleza arcillosa del sustrato y en las acusadas pendientes que genera la dinámica de laderas en esta vertiente (en un par de kilómetros hay 200 m de desnivel, entre las cotas más altas y el fondo de valle).
Los materiales arcillosos se generaron durante el Mioceno inferior en una banda de transición entre los materiales detríticos procedentes de la erosión de la sierra y los evaporíticos que depositaban en el gran sistema lagunar terciario que se extendía por el centro de la cuenca. Como quiera que los abanicos aluviales procedentes de la sierra unas veces invadían la orilla y en otras ocasiones eran las aguas las que inundaban la orilla, en esta zona de transición se aprecian en los cortes del terreno niveles con arenas e incluso cantos rodados cuarcíticos y por encima o por debajo sedimentos con preciosos cristales de yeso blanco. Es más, las sales de estos materiales evaporíticos (no sólo yeso) se disuelven con el agua de lluvia que se infiltra por el terreno y, al llegar a capas impermeables, este fluido mineralizado se desplaza bajo el subsuelo hasta aflorar en los cortes que hay en la superficie del terreno dejando características eflorescencias salinas (foto 11).


Según caminamos por estos cotarros nos llaman la atención unas manchas rojas y amarillas que salpican el coscojar situado al pie de las vertientes contiguas a la superficie del páramo (foto 12).


Decidimos acercarnos y encontramos una buena población de arces de Montpellier (Acer monspessulanum) (foto 13 y 14) que ahora se encuentran en uno de sus momentos más admirables. Se refugian en el fondo de los barrancos y a una altitud no inferior a 700 m, donde se debe registrar un mínimo frescor ambiental.


Aunque no es ésta época de flores, todavía las encontramos en algunas especies de plantas. Incluso en el caso de la cerraja menuda (Sonchus tenerrimus) parece que aprovecha estas fechas para emitir una segunda floración, y de verdad que llama la atención tanto en los espacios de vega como en ciertos coluviones con rocas. Otras plantas que encontramos aún con flores son:
Anagallis arvensis
Artemisia herba-alba
Aster squamatus (vega)
Diplotaxis virgata
Heliotropium europaeum
Salvia verbenaca
Scabiosa atropurpurea
Las aves que viven en estas vertientes del páramo no tienen mucho que ver con las que se comentaron más arriba, en general de preferencias más forestales. En estos espacios abiertos sobre todo llama la atención un escandaloso bando de gorriones chillones que supera los 200 individuos y que con sus evoluciones por el monte no pasa desapercibido. A primera hora de la mañana, parte de los individuos de la bandada, si no todos, salieron de un dormidero situado en un cantil próximo.
En este ámbito detectamos otras aves que se citan a continuación:
Milano real 1
Buitre leonado 3
Ratonero 1
Cernícalo vulgar
Perdiz común 2
Paloma bravía 2 (cantiles)
Búho real 2 (foto 15)




Cogujada montesina c.7
Alondra común c.10
Bisbita común c.5
Colirrojo tizón c.3
Collalba negra 1
Curruca rabilarga c.5
Curruca cabecinegra c.2
Mosquitero común c.3
Chova piquirroja 2
Grajilla c.10
Gorrión chillón c.200
Pinzón vulgar c.10
Verderón 1
Pardillo c.20
Escribano montesino 2
donde c. significa cerca de.
Tanto los buitres leonados como las alondras atraviesan volando la zona. Y las currucas cabecinegras sólo hacen acto de presencia en las manchas de coscojar. Es destacable, asimismo, la presencia de escribanos montesinos que de octubre a marzo se hacen relativamente frecuentes en los interfluvios Henares-Tajuña y Tajuña-Tajo, mientras que en la época de cría sólo ocupan los niveles más altos y frescos de La Alcarria.

viernes, 22 de octubre de 2010

Cantiles de Casa Eulogio - río Manzanares. Rivas - Vaciamadrid (Madrid). 16-10-2010 // 600 msnm

Desde hace ya muchos años tenemos la costumbre de contar aves, cuando salimos al campo de ornitólogos y no nos entretenemos con otros menesteres. Es verdad que puede parecer una actividad un tanto peregrina, pero con el transcurso del tiempo acaba por ser entretenida y muy satisfactoria. Unas veces hemos realizado censos de aves acuáticas, otras hemos hecho transeptos para conocer las densidades de aves en diferentes medios y otras nos hemos apostado en lugares estratégicos para contar las aves que llegaban a dormir a un descansadero comunal nocturno, que es lo que normalmente denominamos dormidero. Los conteos son el único método fiable para conocer la evolución de las poblaciones de aves con el paso de los años, pues la memoria es dada a dejarse llevar por falsas impresiones.
En esta ocasión, nos acercamos a los cantiles yesosos que modela el río Manzanares para, desde lo alto, tener una perspectiva favorable de cara a controlar la llegada de aves a dos dormideros próximos: el de garcillas bueyeras que pasan la noche en la laguna del Campillo y el de cigüeñas blancas que descansan en las inmediaciones de las instalaciones de Radio Nacional de España, junto a la carretera de Valencia (N III).


Las primeras vienen del Noroeste, siguiendo la citada carretera nacional, y poco antes de llegar al puente de Arganda giran hacia la laguna. Deben ser las mismas que hace tres o cuatro años atravesaban las urbanizaciones de Rivas-Vaciamadrid rumbo a las graveras de Velilla de San Antonio. Las cigüeñas, en cambio, vienen del Oeste en su mayor parte, pasando por la vertical de las graveras del Porcal antes de posarse.
En ambos casos la llegada de aves comienza a eso de las 19,00 h (hora oficial), pero mientras la casi totalidad de las garcillas acaban de llegar antes de las 19,45 h, las cigüeñas siguen entrando, ya prácticamente de noche, a las 20,00 h, si bien de una forma ya bastante residual. En total contamos 4720 garcillas bueyeras y 2670 cigüeñas blancas.
Pero no son éstas las únicas especies que se reunen en dormideros en esta zona, sin lugar a dudas, la más interesante de Madrid desde el punto de vista ornítico. A las masas de agua originadas por la extracción de áridos (graveras) acuden centenares o miles de gaviotas reidoras y sombrías. Y en los sotos y carrizales se observa la llegada a ultima hora de la tarde de pequeños grupos de pajarillos, fringílidos principalmente, a los que no podemos prestar atención.
A lo largo del recorrido vespertino vamos anotando las aves que encontramos en los hábitats que atravesamos: cultivos de vega, baldíos, arboledas fluviales, pinares de repoblación de pino carrasco, cantiles, espartales y sisallares fundamentalmente. Nos salen las siguientes especies que, como siempre, acompañamos con una cifra estimativa para orientar acerca del orden de abundancia (las acuáticas sólo se citan puesto que en ríos y graveras apenas se repara):
Cormorán grande
Garcilla bueyera
Garza real
Cerceta común
Ánade azulón
Aguilucho lagunero
Polla de agua
Focha
Andarríos grande
Andarríos chico
Gaviota reidora
Gaviota sombría
Paloma torcaz c.5
Búho real 3
Búho chico 1
Mochuelo 1
Pito real 3
Cogujada montesina 2
Totovía c.5
Bisbita común 2
Lavandera cascadeña 1
Lavandera blanca 2
Petirrojo c.10
Colirrojo tizón 3
Tarabilla común 3
Ruiseñor bastardo 2
Curruca rabilarga 2
Mosquitero común c.15
Reyezuelo listado c.5
Papamoscas cerrojillo c.3
Mito c.10
Herrerillo común c.7
Carbonero común 2
Agateador común c.3
Urraca c.5
Grajilla c.10
Gorrión común c.10
Gorrión molinero c.100 en un grupo
Pinzón vulgar c.3
Verdecillo c.10
Verderón común c.2
Jilguero c.10
Pardillo común c.20
Piquituerto común c.3
El ambiente, como se ve por las especies contactadas, es claramente de primeros de otoño, con algún migrante transahariano rezagado (el papamoscas), algún nutrido bando extranupcial (el de molineros), presencia de aves posiblemente divagantes pues no crían en la zona (totovía, cascadeña, tarabilla, reyezuelo listado, mito, piquituerto) y presencia de invernantes mediterráneos, seguramente en pleno paso hacia otras latitudes (cormorán grande, cerceta común, andarríos chico, andarríos grande, petirrojo, colirrojo, curruca capirotada, mosquitero común, pinzón vulgar). Todo ello a grandes rasgos, pues a menudo es difícil precisar el status de ciertas especies en lugares concretos. Como la vuelta la hacemos ya de noche tenemos ocasión de escuchar algunas rapaces nocturnas y de ver al siempre sorprendente búho real tanto en los cantiles como en el pinar.
El ambiente que se respira en la zona lo resumimos con la siguiente colección comentada de fotos, donde se pueden ver: paisajes, detalles y algunas plantas que encontramos en flor.


Río Manzanares en su tramo final, a algo más de un kilómetro de su confluencia con el Jarama. Obsérvese la arboleda a mano derecha, constituida por la única olmeda de Ulmus minor que queda en la Comunidad de Madrid con ejemplares añosos.


La citada olmeda de Casa Eulogio vista desde otro punto. A pesar de su aceptable estado de conservación se puede ver cómo la grafiosis empieza a hacer mella en algunos ejemplares. Queremos suponer que las autoridades estarán tomando medidas para evitar la desaparición de esta población.


Pinar de repoblación de pino carrasco (Pinus halepensis). Desde aquí hasta San Martín de la vega se extiende una masa forestal discontinua presidida por esta conífera propia de medios áridos.


Cápsula seca de adormidera (Papaver somniferum).


Cantil gipsícola con un destacado sisallar en la falda de los cerros. El sisallo (Salsola vermiculata) es frecuente en estos medios nitrificados y yesosos. Muchas veces denuncia una antigua actividad humana.


Flores de cambronera (Lycium europaeum). Esta planta junto con el alóctono cambrón (Lycium barbarum) formaba antiguamente muchos de los cercados del sur de Madrid por su carácter espinoso y enmarañado. El cambrón, que también lo encontramos por el camino, en vez de tener flores tiene frutos; son las famosas bayas de goyi que traen de China!!!


Balea de flor larga (Macrosyringion longiflorum) una planta gipsícola (amante de los yesos) que florece de forma abundante desde el final del verano. Hasta hace poco su nombre científico era Odontites longiflora.


Las urbanizaciones de Rivas-Vaciamadrid se están aproximando peligrosamente a este importante espacio natural. En la actualidad, aparte de algún edificio oficial y de alguna obra de infraestructura, tan sólo la carretera de Valencia separa lo urbano de lo silvestre.


El encuentro de los ríos Jarama y Manzanares dan lugar a un amplio valle muy afectado por la ocupación humana. En la foto se ve el pueblo de Arganda, la carretera de Valencia y la laguna del Campillo.


10- Vega del Jarama con los afloramientos de agua generados por la extracción de áridos (graveras del Porcal). Al fondo la cementera de Morata.

sábado, 16 de octubre de 2010

Cadalso de los Vidrios - Cenicientos (Madrid). 10-10-2010 // 800 - 900 msnm

Estos primeros días del otoño, a nuestro entender, se encuentran entre los mejores del año para caminar por el campo. Ya refresca algo, el suelo se empieza a teñir de verde y el monte bulle con la actividad de numerosos animales que disfrutan de las bondades de una segunda primavera.

En esta ocasión damos una vuelta por la falda occidental de las Peñas de Cenicientos y Lancharrasa que se levantan sobre la rampa de esta zona de la sierra, tan cercana a la provincia de Ávila como a la de Toledo. El sustrato que pisamos está compuesto por materiales graníticos en los que se advierte la alteración del roquedo. Y es que, a pesar de la aparente dureza del granito, en su interior se establecen planos de debilidad por donde acaba fracturándose, una vez que asoma a la superficie y cambian las condiciones bajo las que se mantiene potente, en el subsuelo. El diaclasado (foto 1), que es como los geólogos llaman al conjunto de grietas que presentan los roquedos (como fallas, pero sin que haya desplazamiento entre bloques), da lugar a diferentes morfologías según la predominancia de los diferentes tipos de diaclasas que pueden ser desde verticales hasta horizontales.


Cuando se erosionan los materiales en los que se encaja el granito, la masa rocosa se ve afectada por un proceso de alteración en el que influyen factores como la composición de los magmas originales, la descompresión o el ataque de elementos integrantes de la atmósfera como el oxígeno y el agua (meteorización). Se genera así un agrietamiento que determina bloques más o menos aislados en cuyos bordes progresa la alteración química con la consiguiente pérdida de cohesión entre sus minerales (cuarzo, feldespato y mica, principalmente). Como quiera que cada uno de ellos responde de forma diferente al fenómeno de la meteorización, al separase los cristales se originan arenas y arcillas que finalmente son arrastrados por el agua. 
No todos los granitos tienen la misma composición, de modo que dependiendo de la dosificación mineralógica de cada uno los hay más o menos resistentes a los efectos de la meteorización. Esto se percibe en el paisaje que divisamos a nuestro alrededor (fotos 2 y 3). Una superficie de erosión (la rampa) (foto 3) más o menos plana que se extiende a nuestros pies, rematada por un resalte montañoso, la peña de Cadalso (1043 m) (foto 2), cuya composición mineralógica (leucogranitos) la ha mantenido al margen del desmantelamiento general que ha afectado a los granitos circundantes.


Sobre el suelo que rellena las fracturas del roquedo se asienta una vegetación de corte esclerófilo (ver foto 1) formada sobre todo por encinas (Quercus ilex), enebros de la miera (Juniperus oxycedrus), pinos piñoneros (Pinus pinea) (foto 4), cornicabras (Pistacia terebinthus) y jaras pringosas (Cistus ladanifer). Y entremedias, en los herbazales que ocupan aclaramientos y cunetas, todavía hay algunas herbáceas en flor, muchas de las cuales sólo con carácter residual (*). Las que anotamos son :
Andryala rothia *
Carlina hispanica
Centaurea paniculata subsp. castellana*
Epilobium brachycarpum
Lactuca tenerrima*
Linaria spartea (foto 5)
Origanum virens*
Scilla autumnalis
Silene portensis (foto 6)
Verbena officinalis


Entre el roquedo aún quedan macizos de clavelillo de rocas (Dianthus lusitanus) (foto 7) con flores dispersas. Esta cariofilácea, común en la sierra, es un endemismo rupícola que habita en los medios ácidos de la península Ibérica y el Norte de África.


El árido entorno presidido por el encinar con enebros contrasta con el bosque más fresco de pinos resineros (Pinus pinaster) y castaños (Castanea sativa) (foto 8) que prospera a una altitud ligeramente superior. Aquí los castaños se encuentran en plena fructificación, con los erizos aún verdes y a punto de abrirse (foto 9). A este nivel nos internamos en un frondoso seto (foto 10) que se desarrolla a lo largo de un curso fluvial, donde se adivinan antiguas huertas. Notables ejemplares de moral (Morus nigra) con prácticamente toda la cosecha de moras, ya secas, esparcidas por el suelo aparecen dispersos aquí y allá rodeados de una maraña de zarzas (Rubus ulmifolius), rosales silvestres (Rosa agrestis y la poco habitual Rosa canina variedad blondaeana) y vides silvestres (Vitis vinifera). 


En este medio, proveedor de distintas clases de frutos frescos, observamos aves como la curruca capirotada que presentan cierta abundancia y otras como el chochín que son características de este ambiente. Por todas partes son particularmente frecuentes los pinzones comunes que se ve que acaban de llegar de latitudes superiores. También llama la atención la presencia de bastantes picogordos que reclaman con intensidad. El listado de aves que detectamos a lo largo de la jornada con algunas cifras estimativas es el siguiente:
Ratonero 1
Paloma torcaz 2
Totovía c.15 C
Golondrina dáurica 2
Lavandera blanca 1
Chochín 2
Petirrojo c.15
Mirlo común c.15
Zorzal charlo 1
Curruca cabecinegra c.10
Curruca capirotada c.10 C
Mosquitero común c.10
Reyezuelo listado c.5
Mito c.5
Herrerillo capuchino c.5
Carbonero garrapinos 2
Herrerillo común c.10 C
Carbonero común c.3 C
Trepador azul c.5
Agateador común c.3
Arrendajo c.5
Rabilargo c.30
Cuervo 2
Pinzón vulgar c.50
Verdecillo 2
Verderón común 2
Pardillo común 2
Picogordo c.10
Escribano soteño c.7 C
Donde c. significa cerca de, y C son cantos.