sábado, 16 de octubre de 2010

Cadalso de los Vidrios - Cenicientos (Madrid). 10-10-2010 // 800 - 900 msnm

Estos primeros días del otoño, a nuestro entender, se encuentran entre los mejores del año para caminar por el campo. Ya refresca algo, el suelo se empieza a teñir de verde y el monte bulle con la actividad de numerosos animales que disfrutan de las bondades de una segunda primavera.

En esta ocasión damos una vuelta por la falda occidental de las Peñas de Cenicientos y Lancharrasa que se levantan sobre la rampa de esta zona de la sierra, tan cercana a la provincia de Ávila como a la de Toledo. El sustrato que pisamos está compuesto por materiales graníticos en los que se advierte la alteración del roquedo. Y es que, a pesar de la aparente dureza del granito, en su interior se establecen planos de debilidad por donde acaba fracturándose, una vez que asoma a la superficie y cambian las condiciones bajo las que se mantiene potente, en el subsuelo. El diaclasado (foto 1), que es como los geólogos llaman al conjunto de grietas que presentan los roquedos (como fallas, pero sin que haya desplazamiento entre bloques), da lugar a diferentes morfologías según la predominancia de los diferentes tipos de diaclasas que pueden ser desde verticales hasta horizontales.


Cuando se erosionan los materiales en los que se encaja el granito, la masa rocosa se ve afectada por un proceso de alteración en el que influyen factores como la composición de los magmas originales, la descompresión o el ataque de elementos integrantes de la atmósfera como el oxígeno y el agua (meteorización). Se genera así un agrietamiento que determina bloques más o menos aislados en cuyos bordes progresa la alteración química con la consiguiente pérdida de cohesión entre sus minerales (cuarzo, feldespato y mica, principalmente). Como quiera que cada uno de ellos responde de forma diferente al fenómeno de la meteorización, al separase los cristales se originan arenas y arcillas que finalmente son arrastrados por el agua. 
No todos los granitos tienen la misma composición, de modo que dependiendo de la dosificación mineralógica de cada uno los hay más o menos resistentes a los efectos de la meteorización. Esto se percibe en el paisaje que divisamos a nuestro alrededor (fotos 2 y 3). Una superficie de erosión (la rampa) (foto 3) más o menos plana que se extiende a nuestros pies, rematada por un resalte montañoso, la peña de Cadalso (1043 m) (foto 2), cuya composición mineralógica (leucogranitos) la ha mantenido al margen del desmantelamiento general que ha afectado a los granitos circundantes.


Sobre el suelo que rellena las fracturas del roquedo se asienta una vegetación de corte esclerófilo (ver foto 1) formada sobre todo por encinas (Quercus ilex), enebros de la miera (Juniperus oxycedrus), pinos piñoneros (Pinus pinea) (foto 4), cornicabras (Pistacia terebinthus) y jaras pringosas (Cistus ladanifer). Y entremedias, en los herbazales que ocupan aclaramientos y cunetas, todavía hay algunas herbáceas en flor, muchas de las cuales sólo con carácter residual (*). Las que anotamos son :
Andryala rothia *
Carlina hispanica
Centaurea paniculata subsp. castellana*
Epilobium brachycarpum
Lactuca tenerrima*
Linaria spartea (foto 5)
Origanum virens*
Scilla autumnalis
Silene portensis (foto 6)
Verbena officinalis


Entre el roquedo aún quedan macizos de clavelillo de rocas (Dianthus lusitanus) (foto 7) con flores dispersas. Esta cariofilácea, común en la sierra, es un endemismo rupícola que habita en los medios ácidos de la península Ibérica y el Norte de África.


El árido entorno presidido por el encinar con enebros contrasta con el bosque más fresco de pinos resineros (Pinus pinaster) y castaños (Castanea sativa) (foto 8) que prospera a una altitud ligeramente superior. Aquí los castaños se encuentran en plena fructificación, con los erizos aún verdes y a punto de abrirse (foto 9). A este nivel nos internamos en un frondoso seto (foto 10) que se desarrolla a lo largo de un curso fluvial, donde se adivinan antiguas huertas. Notables ejemplares de moral (Morus nigra) con prácticamente toda la cosecha de moras, ya secas, esparcidas por el suelo aparecen dispersos aquí y allá rodeados de una maraña de zarzas (Rubus ulmifolius), rosales silvestres (Rosa agrestis y la poco habitual Rosa canina variedad blondaeana) y vides silvestres (Vitis vinifera). 


En este medio, proveedor de distintas clases de frutos frescos, observamos aves como la curruca capirotada que presentan cierta abundancia y otras como el chochín que son características de este ambiente. Por todas partes son particularmente frecuentes los pinzones comunes que se ve que acaban de llegar de latitudes superiores. También llama la atención la presencia de bastantes picogordos que reclaman con intensidad. El listado de aves que detectamos a lo largo de la jornada con algunas cifras estimativas es el siguiente:
Ratonero 1
Paloma torcaz 2
Totovía c.15 C
Golondrina dáurica 2
Lavandera blanca 1
Chochín 2
Petirrojo c.15
Mirlo común c.15
Zorzal charlo 1
Curruca cabecinegra c.10
Curruca capirotada c.10 C
Mosquitero común c.10
Reyezuelo listado c.5
Mito c.5
Herrerillo capuchino c.5
Carbonero garrapinos 2
Herrerillo común c.10 C
Carbonero común c.3 C
Trepador azul c.5
Agateador común c.3
Arrendajo c.5
Rabilargo c.30
Cuervo 2
Pinzón vulgar c.50
Verdecillo 2
Verderón común 2
Pardillo común 2
Picogordo c.10
Escribano soteño c.7 C
Donde c. significa cerca de, y C son cantos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

simply dropping by to say hey

jose y maria dijo...

Soy un enamorado de Cadalso, me ha encantado el post.