miércoles, 23 de febrero de 2011

Llanuras entre Pinto y Torrejón de Velasco (Madrid). 20-2-2011 // 620 msnm.

La comarca de la Sagra se caracteriza por sus grandes extensiones de morfología plana y su escasa red de drenaje. En la parte madrileña se da, sin embargo, la paradoja de que en su día estos terrenos constituyeron una porción del tramo medio del curso del río Manzanares, cuando éste, en vez de desembocar en el Jarama, haciendo el extraño codo actual, vertía sus aguas directamente al Tajo. La captura del río Manzanares por un afluente del Jarama parece que tuvo lugar hace unos 750.000 años, durante el tránsito del Pleistoceno medio al inferior, y de su actividad anterior, cuando se prolongaba por lo que en la actualidad es el arroyo Guatén, tan solo quedan algunas leves elevaciones montañosas (foto 1) con cotas que sobrepasan poco los 700 m y que reciben nombres tan sugerentes como Valle de las Cuevas o Batallones (este último con uno de los yacimientos paleontológicos madrileños más importantes).


La excursión de hoy discurre en buena parte del recorrido a lo largo de la cañada real Galiana (ver foto de cabecera), por los alrededores de la imprecisa divisoria de aguas, entre las que van a parar al Manzanares, vía arroyo de los Prados, y las que se canalizan hacia el Guatén (el eje Prados-Guatén). Un enclave arcilloso como pocos (foto 2), donde la lluvia genera encharcamientos, ocasionalmente, de cierta extensión. 


Y nos acercamos hasta aquí fundamentalmente en busca de una planta de floración tan precoz como fugaz que se suele ver bien poco: el Colchicum triphyllum (foto 3). Esta humilde herbácea, propia de pastizales secos, apenas levanta unos centímetros del suelo, pero compensa su tamaño con su belleza. A primera hora de la mañana tiene sus tépalos cerrados de modo que hay que esperar a que el sol levante un poco sobre el horizonte para que se abran. Tiene cierto parecido con los azafranes (Crocus), pero cuando se observa con detenimiento enseguida se observa que tiene seis estambres en vez de los tres característicos de los crocos, y además sus hojas son mucho más anchas. Mientras los cólquicos pertenecen a la familia de las liliáceas los crocos son iridáceas.


La presencia aquí de esta escasa planta es notable debido a que la mayor parte de estas tierras se dedican a la agricultura desde tiempo inmemorial y tan solo la existencia de diminutos resaltes rocosos (margas -foto 4- con presencia de sílex -foto 4a) propicios para la ganadería han permitido su supervivencia, al igual que la de algunas otras plantas también de interés (foto 5). Resulta esperanzador observar cómo raquíticas extensiones, a veces con solo unas decenas de metros cuadrados, funcionan como reservorios de flora silvestre a la espera de que cambien las condiciones ambientales para comenzar la recolonización del territorio y los mecanismos de dinámica vegetal. Este es un fenómeno que se observa, sin ir más lejos, en los estrechos ribazos marginales que delimitan las parcelas de cultivo, donde destacan retamas y distintas herbáceas muy entretenidas de prospectar durante la primavera. 






Los resaltes a los que nos referimos apenas tienen relieve y pasan desapercibidos entre las amplitudes del paisaje. Tan desapercibidos que sobre ellos, de la misma manera que sobre los cultivos contiguos, se cierne el peligro de actuaciones urbanísticas y planes de construcción de infraestructuras que acabarían con estos reductos. Suponemos que en el pasado, cuando la cañada tenía sus 72 metros de anchura y el ganado trashumante hacía uso de ella, los pastizales a los que nos referimos tendrían una extensión mucho mayor y constituirían el hábitat de un plantel de herbáceas cuya exigua representación tenemos obligación de conservar hoy día.

Algunas plantas leñosas o de interés (normalmente de porte bajo) que encontramos en estos islotes son:
Ephedra nebrodensis
Helianthemum asperum
Helianthemum salicifolium
Atractylis humilis
Echinops strigosus
Phlomis lychnitis
Phlomis herba-venti
Teucrium gnaphalodes que delata inequívocamente el pastoreo en estas parcelas. En la foto 5 se aprecian estas abundantes matas bajas.
Thymus zygis
Salvia argentea
Astragalus incanus
Onobrychis matritensis
Retama sphaerocarpa
Asparagus acutifolius y una gramínea del género Stipa a la que no podemos asignar nombre. Por su parte, entre las herbáceas se ven ya algunas especies en flor que acompañan al cólquico. Éstas son:
Lamium amplexicaule
Holosteum umbellatum (foto 6)
Erodium cicutarium (foto 7)
Taraxacum obovatum (foto 8)
Muscari neglectum (foto 9)
Erophila verna (foto 10)


En contra de lo que pudiera parecer en un principio, el interés ornitológico de esta zona no se queda atrás respecto al botánico. A lo largo de la mañana tenemos oportunidad de observar una buena cantidad de aves, entre las que destaca el primer milano negro (Milvus migrans) que vemos este año, seguramente recién llegado de África. Llaman sobre todo la atención los grupos de gaviotas sombrías (Larus fuscus) que atraviesan la zona, suponemos que hacia vertederos próximos o masas de agua artificiales. Sus reclamos se mezclan a menudo con los de bandos de alondras (Alauda arvensis) que van de barbechos a roturados y de roturados a sembrados. También se escucha continuamente el canto de distintos trigueros (Miliaria calandra) que delimitan su territorio desde unos pequeños almendros. En la zona de influencia del arroyo de los Prados donde se suceden encharcamientos, baldíos embarrados y comunidades de plantas ya secas (Centaurea melitensis, Xanthium strumarium, etc) es donde se ven más aves y donde es más entretenido buscar. Aquí, además de nutridos bandos de verderones (Carduelis chloris) (un grupo de unos 120 ejemplares) y jilgueros (Carduelis carduelis) (un grupo de unos 70 ejemplares), buscan alimento lavanderas blancas (Motacilla alba) y avefrías (Vanellus vanellus) (un grupo de 70 individuos). 


Ciertos barbechos se encuentran cubiertos por herbazales de porte medio y allí se escuchan los repetitivos cantos de los buitrones (Cisticola juncidis). Estas aves cantan durante casi todo el año, excepto en enero, de modo que no sabemos si nos pasarían desapercibidos cuando vinimos por aquí hace unas semanas o es que acaban de regresar a sus territorios de cría. Algunos buitrones pasan el invierno en el valle del Jarama, situado a no mucha distancia, pero en general sus poblaciones disminuyen mucho o desaparecen en este periodo debido a la escasez de alimento (es un ave insectívora). En este medio son también frecuentes las tarabillas comunes (Saxicola torquata). La lista de aves que anotamos a lo largo de la jornada de campo, con unas indicaciones estimativas del número de ejemplares detectado, es la siguiente:
Cigüeña común c.3
Ánade azulón c.4
Milano negro 1
Milano real 1
Aguilucho lagunero 1
Aguilucho pálido 1
Ratonero 1
Cernícalo vulgar 2 R
Perdiz roja c. 15 R
Chorlito dorado 3 R
Avefría c.100 R
Gaviota sombría c. 50 R
Paloma torcaz c. 5
Pito real 1 R
Cogujada común c. 10 R
Alondra común c. 100 R C
Bisbita común c. 10 R
Lavandera blanca c. 10 R
Colirrojo tizón 1
Tarabilla común c.5
Buitrón c.5 C
Urraca c. 20 R
Estornino negro c. 50 R
Gorrión molinero c. 10 R
Pinzón vulgar c. 10 R
Verderón común c. 120 R
Jilguero c. 70 RC
Pardillo común c. 15 R
Triguero c. 30 CR
Donde c. es alrededor de; C=cantos y R= reclamos





2 comentarios:

Lansky dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Javier dijo...

Mañana nos vemos y hablamos, pero a las 11,30